Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

31 mar 2011

Relato sin mito de la Transición

La generación literaria de los sesenta retrata sin complacencia el advenimiento de la democracia - La matanza de Atocha y el 23-F, entre los temas estrella .

.El día en que murió Franco el niño Javier Cercas se fue a jugar al tenis.
Tenía 13 años y, naturalmente, ninguna conciencia política. Cercas peloteó con su amigo José Sobrino mientras nacía una etapa histórica vehemente, convulsa y conciliadora -la Transición- que luego inspiraría una obra memorable: Anatomía de un instante (Mondadori), Premio Nacional de Narrativa en 2010. ¿Qué le atrapó de aquel momento del 23-F en el que tres políticos que traicionaron a los suyos (Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y el teniente general Gutiérrez Mellado) mantuvieron el tipo y la dignidad en un hemiciclo tiroteado?
Dice que ha necesitado concluir el libro, sin gramo de ficción, y otearlo con perspectiva para descubrir bajo su literatura tres motivaciones.






Benjamín Prado: "Fue admirable, pero no acepto que fuera algo perfecto"



Pisón: "La muerte de Franco fue lo único importante que nos ocurrió"

Una: "En ese instante empezó a mi juicio la democracia y terminó no solo la Transición sino también la posguerra y la Guerra Civil, puesto que en España la posguerra no fue más que la prolongación de la guerra por otros medios".
Dos: "Fue el último instante épico de la historia de España y el gesto de Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo quedándose quietos en sus asientos mientras los golpistas disparaban, el último gesto épico".
Tres: "El 23 de febrero es el punto exacto donde confluyen todos los demonios de nuestro pasado reciente, nuestro asesinato de Kennedy y, como tal, una gran ficción colectiva urdida a lo largo de 30 años, fundamentalmente, por los propios golpistas, por periodistas con mucha prisa y pocos escrúpulos y por la fantasía popular".



No ha escrito su última palabra. A ese periodo que nacía mientras jugaba al tenis con su amigo José Sobrino volverá en la novela que está preparando, que arranca en el verano de 1978. Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) no se asombra por el interés que aquellos años despiertan en los escritores de su generación, nacidos en los sesenta, que también antes revisitaron la Guerra Civil.
"Es un periodo convulso, de grandes cambios, donde además están nuestras raíces históricas y personales, y eso lo vuelve interesante. Además, nos hacemos mayores y empezamos a mirar atrás y a entender que presente y pasado se comunican y se determinan.
 En todo caso, nuestra visión de la Transición será distinta de la de nuestros padres".



Y tanto. Benjamín Prado (Madrid, 1961) admite sin ambages que su nueva novela, Operación Gladio (Alfaguara), combate en cierta medida el mito de la Transición, rebautizada por los sarcásticos como la Transacción.
 "La Transición fue muy admirable en muchos casos, pero me niego a aceptar que fuera algo perfecto. Esa idea de que en un año se saldaron todas las cuentas de una dictadura de 38 como mínimo fue una ingenuidad".
 Operación Gladio indaga en un traumático episodio de 1977 grabado a fuego en la memoria colectiva: la matanza de cinco abogados laboralistas en la madrileña calle de Atocha por tres pistoleros de la extrema derecha. ¿O hubo más trastienda de la que afloró en el juicio?
 Dado que Benjamín Prado quería hacer una novela de espías, en Operación Gladio sostiene que sí.



Cuando ocurrió el crimen de Atocha, Prado tenía 16 años y la misma falta de conciencia política que Cercas cuando murió Franco.
"Pero sí empiezas a tener conciencia de que existe algo llamado política. Por alguna razón la matanza de Atocha se me quedó grabada como resumen de una época más que como suceso en sí mismo". Hay una frase que escribe Alicia Durán, la periodista que protagoniza el libro, robada al propio Prado: "La Transición fue un triunfo de todos que también tuvo sus perdedores".



No es el juicio más severo de un escritor de los sesenta. Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) reivindica "el derecho a no entregarnos a la homilía oficial".
Su nuevo libro, Todo está perdonado (Tusquets), revisa 70 años de historia reciente de la mano de una saga poderosa.
La Transición forma parte del marco vital en el que crece la tercera generación de los Gamazo.
"Hasta ahora eran más visibles nuestros hermanos mayores, los que habían protagonizado la Transición y se habían beneficiado de ella, pero también forma parte de nuestras vidas aunque a lo mejor no tenemos una visión tan complaciente sobre ella", reflexiona Rafael Reig.



Varias novelas de Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) están ambientadas en esa época, a la que regresa en su nueva obra, El día de mañana (Seix Barral), protagonizada por un confidente de la Brigada Político Social de la dictadura.
"La sociedad española se ha esforzado por olvidar la violencia política que acompañó a la Transición: cerca de 600 víctimas mortales en muy pocos años.
Probablemente, son factores como esos (la violencia, la inquietud social, la inestabilidad institucional) los que contribuyen a hacer esa época más interesante para el novelista", explica el autor de Dientes de leche.
Martínez de Pisón ya abordó en El tiempo de las mujeres el 23-F, un episodio que determinó, a su juicio, "la maduración democrática de su generación, que por unas horas experimentó el temor a volver a una dictadura militar".
Aparte de lo que inspiran los miedos propios, los escritores tienen un sinfín de ingredientes evocadores en aquellos años sobrados de entusiasmo democrático, incertidumbre económica y sobreexcitación política.



"Para nuestra generación, la muerte de Franco es lo único verdaderamente importante que nos ha ocurrido.
Pasamos de vivir bajo una dictadura a vivir en democracia. Así expresado, parece sencillo, pero no lo fue en absoluto", plantea Martínez de Pisón.



También Un momento de descanso (Tusquets), la última obra de Antonio Orejudo (Madrid, 1963), se puede considerar una novela que disecciona una parte de la sociedad de la Transición: la de los penenes, los profesores universitarios que se beneficiaron de la llegada al poder de Felipe González.
"La mediocridad y la corruptela del franquismo fue prolongada por estos jóvenes penenes que, cuando subió al poder el PSOE, dijeron qué hay de lo mío. Entre ellos había gente valiosa, pero también mucha morralla", expone.



No cree el autor de Fabulosas narraciones por historia que tantos viajes literarios al mismo andén histórico sea solo mero azar.
 "Los de mi generación tienen pendiente hacer la novela de la Transición, somos los que la hemos sufrido". Así que vaticina: "Vendrán más".



La ficción revisa los setenta y ochenta

- El día de mañana (Seix Barral). Ignacio Martínez de Pisón, 2011.



- Operación Gladio (Alfaguara). Benjamín Prado, 2011.



- Todo está perdonado (Tusquets). Rafael Reig, 2011.



- Un momento de descanso (Tusquets). Antonio Orejudo, 2011.



- Anatomía de un instante (Mondadori). Javier Cercas, 2009.


No sé yo que ha hecho esa generación que reivindica que no hubo nada en esa transición, entre otras cosas porque esos escritores pudieron escribir gracias a todos los que lucharon para hacer un País democrático.
No dice nada a favor de esa gente que escribe, porque apenas se leen , quizás por la generación que más ha leído antes , en, y después de la transición, dejar algo tan terrible como "la matanza de Atocha" casi sin cobertura sería porque esos niñatos nunca supieron donde estaba su libertad y quién la hizo posible.
Cada vez más quieren borrar una situación de prisiones, manifestaciones detenciones, claro, ellos jugaban al futbol, mientras otros esperaban la Amnistía política.
Que van a saber!!! naturalmente esa generación jamás serán cmo la de sus padres, es la generación del "Todo hecho" ahora a escribir, decir lo de los PNNs de la Universidad es tal infamia que es para llevarlos a los tribunales, simples muchachos, que no saben apreciar cuanto se jugaban, y dicen que se lo regaló a Felipe González, ¿El qué? que regalo mas envenenado que esas palabras sin rigor.
No me extraña que los hijos de esa generación sin nombre sean unos vulgares pandilleros cuyas acciones mas álgidas es ir los sábados de Botellón.
El que no sabe es como un ciego que no ve, en este caso salvo su libro y su nombre en una portada, pobres de espíritu, de vida regalada y tertuliana sin nada que arriesgar.





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