Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

30 oct 2015

D. Juan Tenorio......y la famosa escena del Sofá

“No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla…”.
 Cada noche de Todos los Santos los versos del ‘Don Juan Tenorio’ de Zorrilla vuelven a la vida. Esta tradición nació en el mismo momento en que la obra se representó por segunda vez sobre un escenario el 1 de noviembre de 1844, año de su estreno.
 Por eso es habitual que en teatros y otros lugares como conventos interrumpan sus quehaceres habituales para ser testigos de la desventura del Tenorio. 
Y siempre recordaré que en el Instituto yo hice de Dña Ines del Alma mia, vaya que yo fuí la novicia en el reto de D. Juan y D. Luis, y naturalmente ganó D. Juan del Alma Mia.
 
Y en este  fragmento,
Doña Inés se despierta en casa de Don Juan
, tras ser r
aptada, y
Don Juan la
enamora con su
s palabras y le declara su amor;
Doña Inés
le responde
, en un diálogo inflamado de pasión y
que es uno de los fragmentos más famosos de Don Juan Tenorio.
 
 es uno de los fragmentos más famosos de Don Juan Tenori
o. La llamada “escena del sofá”:
D. JUAN:
¡Cálmate, pues, vida mía!
Reposa aquí; y un momento
olvida de tu convento
la triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿
No es cierto,
ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga, llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la
barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares,
que agita con manso aliento;
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de
sus copas morador,
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?
Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego
germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?
Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse, a no verlas,
de sí mismas al calor;
y ese encendi
do color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?
¡Oh! Sí, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos,
como lo haces, amor es:
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este cora
zón traidor
que rendirse no creía,
adorando vida mía,
la esclavitud de tu amor.
Dª INÉS:
Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,
que no podré
resistir
mucho tiempo sin morir,
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad, por compasión,
que oyéndoos, me parece
que mi ce
rebro enloquece,
y se arde mi corazón.
¡Ah! Me habéis dado a beber
un filtro infernal sin duda,
que a rendiros os ayuda
la virtud de la mujer.
Tal vez poseéis, don Juan,
un misterioso amuleto,
que a vos me atrae en secreto
como irresistible imán.
Tal vez S
atán puso en vos
su vista fascinadora,
su palabra seductora,
y el amor que negó a Dios.
¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!,
sino caer en vuestros brazos,
si el corazón en pedazos
me vais robando de aquí?
No, don Juan, en poder mío
resistirte no está ya:
yo voy
a ti, como va
sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.
¡Don Juan!, ¡don Juan!, yo lo imploro
de tu hidalga compasión
o arráncame el corazón,
o ámame, porque te adoro.
 

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