Un Blues

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21 ene 2018

Más feos no pueden ser ............Aznar S.L. segunda generación

José María, Ana y Alonso, el éxito empresarial y social de los hijos del expresidente.

El expresidente José María Aznar y su hijo mayor en 2013 en un evento en Madrid.
El expresidente José María Aznar y su hijo mayor en 2013 en un evento en Madrid. Getty Images

 

Se podrá dudar de la rentabilidad para el país de las dos legislaturas en las que José María Aznar ocupó la presidencia del Gobierno de España, pero en ningún caso de la magnífica inversión a futuro que han supuesto para él y su familia.
La nada desdeñable cantidad que el Estado asigna a cada exjefe de Gobierno —unos 80.000 euros anuales— no debió resultar presupuesto suficiente para este político que desde que cesó en el cargo en 2004 decidió apostar a lo grande por los negocios.
 Su experiencia como presidente y su nutrida agenda le han facilitado un torrente de cargos que han multiplicado exponencialmente el patrimonio familiar.
 Conferencias, asesoría en multinacionales extranjeras, intermediario en contratos multimillonarios, libros y, a partir del próximo mes de marzo, un fichaje de lujo como asesor internacional en Latham & Watkins, el primer despacho legal del mundo por facturación.

Su esposa, Ana Botella, alcaldesa de Madrid entre diciembre de 2011 y junio de 2015, ha figurado como secretaria de la sociedad Famaztella (con la que el matrimonio explotaba los derechos de libros, discursos y conferencias) y, aunque sea a título honorario, fue nombrada a finales de 2016 asesora especial sobre Turismo Urbano del secretario general de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Taleb Rifai.
Alonso Aznar Botella, el año pasado en Madrid.
Alonso Aznar Botella, el año pasado en Madrid. GTRESONLINE
Con estos mimbres no resulta extraño que el ejemplo paterno haya calado entre sus retoños, todos ellos educados en colegios privados y con un baño inglés conseguido mediante másters o stages en prestigiosos centros y empresas estadounidenses y de la City londinense.
José María Aznar Jr. es el más discreto y menos mediático del trío, también a quien a primera vista solo le falta el bigote para ser un conseguido clon de su padre cuando tenía unos años menos.
 Se licenció en Administración y Dirección de Empresas en el Colegio Universitario de Estudios Financieros CUNEF y se ha convertido en un analista que rehúye de la exposición pública, da clases de Economía Financiera y Contabilidad en la Universidad San
Pablo Ceu de Madrid, está casado desde hace seis años con Mónica Abascal —diseñadora de bolsos— y tiene tres hijos, Valvanuz, José María y Gaspar.
Con 39 años se le podría calificar de ejecutivo, empresario y rico —se ha publicado que ha adquirido recientemente un chalet en la exclusiva urbanización madrileña de El Viso valorado en 1,8 millones de euros—.
 Una bonanza que proviene principalmente de ser socio de la sociedad Promontoria Plataforma —entidad que tras el escándalo de Bankia gestiona los activos inmobiliarios del banco para encargarse de su venta— y de su relación no publicitada con Cerberus Capital Management, un fondo buitre especializado en comprar barato activos financieros que se encuentran en problemas.
Ana Aznar y Alejandro Agag en la fiesta de cumpleaños del actor Orlando Bloom, en Marruecos la semana pasada.
Ana Aznar y Alejandro Agag en la fiesta de cumpleaños del actor Orlando Bloom, en Marruecos la semana pasada. Getty Images
Su hermano pequeño Alonso, de 29 años, que entró a vivir junto a su padre en Moncloa cuando solo tenía 8, es el más polvorilla de la familia.
 Su carácter extrovertido y su capacidad de relacionarse con la jet set, donde se mueve como pez en el agua y le sobran amigos, le han convertido en un asiduo de todo acto que pete en Madrid o Marbella, en un conseguidor que sabe sacar partido a sus relaciones para él o para otros, y en un emprendedor adicto al móvil y a los aviones, que le llevan de aquí para allá en busca de negocios y diversión.

Es oficialmente el guapo de la familia, vivió varios años en Londres y, aunque guarda también cierto parecido físico con su padre y comparte con él su pasión por el Real Madrid y el fútbol en general, prefiere los vaqueros a la corbata y dicen que es mucho más simpático que su progenitor.
2017 ha sido para él un año intenso. 
A tenor de sus redes sociales lo ha pasado divirtiéndose por el mundo, pero su currículo tras acabar la misma carrera que su hermano mayor, también en CUNEF, prometía resultados y no ha decepcionado. 
Su carácter inquieto va a tono con su actividad. Alonso es un emprendedor de altos vuelos.
 Participa en la sociedad La Rumba Tarumba, propietaria de más de una decena de restaurantes de moda en Madrid, entre los que se encuentran Perrachica, Marieta, Habanera o Juanita Cruz. 
Creó varias apps de citas que no llegaron a funcionar, y en la actualidad es consejero delegado en España, Portugal y México de Afiniti, una compañía que se dedica a aplicar la inteligencia artificial para mejorar empresas y que en dos años ya cuenta con veinte empleados.
 Un soltero de oro en toda regla que parece no tener ninguna prisa por dejar de serlo. 

Ana Aznar con sus padres, Ana y José María Aznar y sus cuatro hijos en 2016 en Londres, en una cena de gala de la Fórmula E.
Ana Aznar con sus padres, Ana y José María Aznar y sus cuatro hijos en 2016 en Londres, en una cena de gala de la Fórmula E. Getty Images
 La que ha seguido la senda más convencional ha sido Ana Aznar (37 años).
 En 2002 se casó en el Escorial en una boda con 1.100 invitados y tintes de enlace real, cuando su padre todavía era presidente.
 Se trasladó con su marido Alejandro Agag a Londres y allí terminó sus estudios de Psicología, ha tenido cuatro hijos varones y da conferencias sobre las relaciones padres e hijos, tema de su doctorado.
 Su esposo, es otro emprendedor de éxito.
 El último de ellos la Fórmula E, la versión eléctrica de la Fórmula 1, que fundó y lanzó en septiembre de 2014 y es otra fuente de dinero y relaciones internacionales que promete aumentar, aún más, la historia de éxito de esta familia.
 Pero esta es otra historia que merece capítulo aparte.

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