Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

16 ago 2009

¿Es por sabiduría que uno prescinde del rencor o es casi genético?

¿Es por sabiduría que uno prescinde del rencor o es casi genético?
Una amiga me pregunta, a raíz de la conversación que ayer publicó EL PAÍS con Marcos Ana, el poeta que estuvo veintitrés años en las cárceles de Franco, si es por sabiduría que uno prescinde del rencor o si ese despojo del rencor es casi genético. No soy un experto, pero ya tengo años como para tener mi propia respuesta. Yo creo que despojarse del rencor responde a una voluntad, es decir, a una gimnasia; lo natural, acaso lo genético, es el rencor, el mal recuerdo, el recuerdo no resuelto; rencor es desearle al otro el mal que te hizo, o desear que el otro sufra el mal que tú padeces. Para resolver eso hace falta gimnasia de buena voluntad, y eso se aprende.
Acaso el ser humano, animal al fin y al cabo, nace ya teniendo en su alma, o en su recuerdo, alguna parcela de odio, o de rencor, que viene a ser el odio muy elaborado, el odio que busca su justificación en el mal recuerdo.
Por lo que a mi respecta, sé que en mi casa hubo muchas razones para tener malos recuerdos, pero he escrito ya, y lo recuerdo muy bien, qué clase de ejercicios, de silencio, sobre todo, se hicieron en casa para que esas razones del rencor no anidaran en otros. Decía Marcos Ana en la conversación publicada ayer que él lucharía, como muchos de los suyos, para que lo que él sufrió y sufrieron otros en la cárcel no lo sufrieran ni sus torturadores. Creo que lo natural --lo animal-- hubiera sido que Marcos Ana saliera odiando de la cárcel.
Se salvó de la peor enfermedad espiritual, a mi parecer, leyendo, ejercitando la comprensión, entendiendo a los demás, también a los que no quería. Ya he citado aquí aquella frase de Albert Camus sobre su infancia ("el sol que reinó sobre mi infancia me privó de todo resentimiento"). No es una tarea que acabe. El resentimiento, el odio y el rencor tienen sus propias derivaciones, su vida independiente y traicionera, y pueden reaparecer al menor descuido. Por eso digo que despojarse de esos vicios amarillos exige una enorme cantidad de buena voluntad, y la buena voluntad es una gimnasia que ha de ejercerse cotidianamente. Lo recomiendo, me lo recomiendo. Es una gimnasia que también requiere paciencia, porque a veces el rencor nace del insulto ajeno, y lo natural --lo animal-- es responder con la misma moneda. Y no se debe responder con la misma moneda, ni siquiera cuando el recuerdo está saturado de ofensa. Y por hoy basta de sermón, amigos.

Primer aniversario del accidente de Spanair SUPERVIVIENTES Y FAMILIARES PIDEN NUEVOS PROTOCOLOS Y MÁS SEGURIDAD

Primer aniverPrimer aniversario del accidente de Spanair SUPERVIVIENTES Y FAMILIARES PIDEN NUEVOS PROTOCOLOS Y MÁS SEGURIDAD
"De noche me asalta la sospecha de que más gente pudo haberse salvado"
Loreto González salió viva del avión en que murió su hija. Hoy ruega desde la asociación de víctimas que se aclare qué pasó en el único minuto del vuelo JK-5022
NATALIA JUNQUERA - Madrid - 16/08/2009



"Ojalá hubiera sido al revés". Loreto González Cabañas, de 55 años, pasó seis semanas en coma. Cuando despertó supo que su única hija, Clara, de 23, había muerto en el mismo avión del que ella había salido milagrosamente con vida. Es una de las 18 supervivientes del MD-82 de Spanair que el 20 de agosto del año pasado se estrelló en Barajas llevándose por delante la vida de 154 personas, entre ellos 17 niños y dos bebés. Hoy Loreto sigue de baja y en rehabilitación. "Un psicólogo me ayuda a aprender a vivir una vida que se parezca a la normal", afirma. Y un pensamiento la atormenta todavía: "Por las noches me asalta la sospecha de que más gente pudo haberse salvado".


Homenajes

Spanair se deshará de casi todos sus MD en 2010 por "rentabilidad"
"El accidente de Barajas podría haberse evitado"
EE UU cambia 22 años después de un accidente la ley de alarmas en aviones
La noticia en otros webs
webs en español
en otros idiomas
"La ayuda tardó demasiado en llegar. Yo estoy viva porque soy médico"

Spanair ha pagado 25.000 euros a las familias y negocia la indemnización final
Está convencida de que ese no es el caso de su hija -"Ella iba sentada en la fila veintitantos, y su cuerpo debió volatilizarse. Yo iba en la fila dos, en primera, porque cerré mi billete para acompañarla más tarde. No pudieron sentarnos juntas"- pero sí el de otros pasajeros. "Los equipos de rescate tardaron demasiado en llegar. Y así se lo he dicho al juez".

Loreto ha vuelto a volar acompañada por un psicólogo y algo de medicación. Dice que no tiene miedo a los aviones, pero sí a revivir el accidente, aunque no le haga falta subir a uno para hacerlo. "Para mí es como si hubiera sido anteayer. Lo recuerdo perfectamente. Quisimos bajarnos y no nos dejaron. El avión se levantó muy poco, como unos 30 metros, empezó a dar bandazos y chocó contra el suelo. Yo choqué contra el asiento de delante. Me partí la cara, nueve costillas, los brazos y las piernas por varios sitios. El impacto me hundió el esternón. Caí al suelo y perdí el conocimiento. Cuando lo recuperé, a los pocos minutos, supe que me estaba muriendo".

Loreto es médico. Por eso supo que tenía un hemotórax, que la sangre inundaba sus pulmones y que, o la atendían enseguida, o moriría. "Fui plenamente consciente de lo que me pasaba y del tiempo que pasó hasta que llegaron los equipos de emergencia. Mi reloj seguía funcionando. Tardaron más de 30 minutos. ¡Y el avión se había caído en la misma pista del aeropuerto de Barajas! ¿Cómo es posible? Yo estoy viva porque me autodiagnostiqué y en cuanto llegaron los equipos de emergencia les dije que me pincharan enseguida. Si hubieran tardado cinco minutos más, habría muerto. Por eso creo que mucha más gente pudo haberse salvado si la ayuda hubiera llegado antes. Yo tengo mucha experiencia en medicina de catástrofes y sé que se gestionó mal. Por eso espero que esto sirva para cambiar los protocolos de emergencia si hace falta. Es lo único que puedo hacer ya por mi hija: evitar que haya muerto en vano".

Los supervivientes y los familiares de las víctimas se han unido en una asociación con ese mismo propósito. "Que este dolor no lo tenga que sufrir nadie más", explica José Pablo Flores, de 30 años, que salió vivo de aquel avión, pero que no olvida a su hermana, de 28, muerta en el accidente. "Queremos que mejore la seguridad aérea, que aumente el número de funcionarios que realizan inspecciones; que los organismos de investigación oficiales tengan más recursos para llevar a cabo su labor; que mejore la formación de los pilotos y mecánicos, que tengan más tiempo para revisar los aparatos y que las compañías aéreas informen a los clientes de qué tipo de avión van a utilizar, la antigüedad, las revisiones que ha pasado y la preparación de la tripulación".

Siguen dándole muchas vueltas. "Mi cabeza no ha parado de pensar lo que ocurrió ese día: 'ojalá el avión se hubiera levantado, ojalá nos hubieran cambiado de avión...", confiesa José Pablo. Las víctimas han aprendido tanto como han podido sobre MD-82, flaps, reversa... y han contratado a técnicos en aviación para saber a qué atenerse. "Trabajamos con ingenieros, médicos, policías y otros profesionales", cuenta José Pablo para tratar de averiguar y corregir lo que falló aquel día.

"El avión se deshizo como una tarta partida en 1.000 pedazos", recuerda Loreto, "porque cayó al lado de un barranco, en medio de un arroyo y cerca de una arboleda. Sé que es legal, pero si hubiera caído en una superficie llana, el impacto habría sido menor. ¿Y cómo es posible que la torre de control se enterara por una llamada del 112 de que había un avión estrellado en la pista?".

Los supervivientes y las familias de los fallecidos, han recibido de Spanair un anticipo de 25.000 euros de indemnización. Todos, excepto los familiares de los tres pilotos, que aún no han recibido nada, "por causas ajenas a los abogados", según un portavoz de la compañía. El pasado julio, intentando adelantase al fallo del juez que instruye el caso, Spanair empezó a negociar con las familias las indemnizaciones finales con un máximo de 100.000 euros para cada una, informa Santiago Gimeno.

Además, varios familiares han denunciado al fabricante, Boeing, por no haber hecho todo lo posible por evitar la tragedia. EE UU recomendó a la empresa que mejorara el sistema de alarma de configuración del despegue (lo que parece que falló en el MD siniestrado en Barajas) después de un accidente muy similar en Detroit en 1987. McDonnell Douglas, luego comprada por Boeing, no lo hizo. La comisión que investiga el accidente de Madrid también recomendó en febrero a Boeing que mejorara sus manuales de mantenimiento.

Familiares y supervivientes se preparan para volver al lugar de la tragedia este jueves, donde tendrá lugar un acto de homenaje a las víctimas. Se cumple un año y su impaciencia aumenta al tiempo que se reducen las atenciones. "Spanair las ha ido disminuyendo poco a poco. Muchas familias empezaron recibiendo ayuda de psicólogos contratados por la compañía, pero el número de sesiones llegó hasta 10 y muchas se quedaron sin esa ayuda", lamenta José Pablo, que sí quiere agradecer el apoyo del Cabildo de Gran Canaria -ha cedido un local para que se reúnan-, la delegación del Gobierno en Canarias -les ha seguido dando atención psicológica- o AENA, que ha organizado los actos por el aniversario. La Comunidad de Madrid, a la que solicitaron un local para la sede de la asociación, no les ha contestado. El ayuntamiento ha levantado un monumento a las víctimas en el parque Juan Carlos I.

El jueves se descubrirá una losa de piedra con sus nombres en el aeropuerto de Barajas. Otra placa será colocada en el lugar del accidente con una frase escogida entre los familiares de todas las víctimas: "Lejos, pero siempre vivos en nuestros corazones".

Ayer esperaban con ansia un informe definitivo de la comisión de investigación del accidente, -que deben entregarles al cumplirse un año de la tragedia-. En él, Loreto confía en poder leer la respuesta a una pregunta - "¿Por qué murió mi hija?"- para evitarles a otros lo que ella ha sufrido.
sario del accidente de Spanair
SUPERVIVIENTES Y FAMILIARES PIDEN NUEVOS PROTOCOLOS Y MÁS SEGURIDAD
"De noche me asalta la sospecha de que más gente pudo haberse salvado"
Loreto González salió viva del avión en que murió su hija. Hoy ruega desde la asociación de víctimas que se aclare qué pasó en el único minuto del vuelo JK-5022
NATALIA JUNQUERA - Madrid - 16/08/2009


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"Ojalá hubiera sido al revés". Loreto González Cabañas, de 55 años, pasó seis semanas en coma. Cuando despertó supo que su única hija, Clara, de 23, había muerto en el mismo avión del que ella había salido milagrosamente con vida. Es una de las 18 supervivientes del MD-82 de Spanair que el 20 de agosto del año pasado se estrelló en Barajas llevándose por delante la vida de 154 personas, entre ellos 17 niños y dos bebés. Hoy Loreto sigue de baja y en rehabilitación. "Un psicólogo me ayuda a aprender a vivir una vida que se parezca a la normal", afirma. Y un pensamiento la atormenta todavía: "Por las noches me asalta la sospecha de que más gente pudo haberse salvado".


Homenajes

Spanair se deshará de casi todos sus MD en 2010 por "rentabilidad"
"El accidente de Barajas podría haberse evitado"
EE UU cambia 22 años después de un accidente la ley de alarmas en aviones

"La ayuda tardó demasiado en llegar. Yo estoy viva porque soy médico"

Spanair ha pagado 25.000 euros a las familias y negocia la indemnización final
Está convencida de que ese no es el caso de su hija -"Ella iba sentada en la fila veintitantos, y su cuerpo debió volatilizarse. Yo iba en la fila dos, en primera, porque cerré mi billete para acompañarla más tarde. No pudieron sentarnos juntas"- pero sí el de otros pasajeros. "Los equipos de rescate tardaron demasiado en llegar. Y así se lo he dicho al juez".

Loreto ha vuelto a volar acompañada por un psicólogo y algo de medicación. Dice que no tiene miedo a los aviones, pero sí a revivir el accidente, aunque no le haga falta subir a uno para hacerlo. "Para mí es como si hubiera sido anteayer. Lo recuerdo perfectamente. Quisimos bajarnos y no nos dejaron. El avión se levantó muy poco, como unos 30 metros, empezó a dar bandazos y chocó contra el suelo. Yo choqué contra el asiento de delante. Me partí la cara, nueve costillas, los brazos y las piernas por varios sitios. El impacto me hundió el esternón. Caí al suelo y perdí el conocimiento. Cuando lo recuperé, a los pocos minutos, supe que me estaba muriendo".

Loreto es médico. Por eso supo que tenía un hemotórax, que la sangre inundaba sus pulmones y que, o la atendían enseguida, o moriría. "Fui plenamente consciente de lo que me pasaba y del tiempo que pasó hasta que llegaron los equipos de emergencia. Mi reloj seguía funcionando. Tardaron más de 30 minutos. ¡Y el avión se había caído en la misma pista del aeropuerto de Barajas! ¿Cómo es posible? Yo estoy viva porque me autodiagnostiqué y en cuanto llegaron los equipos de emergencia les dije que me pincharan enseguida. Si hubieran tardado cinco minutos más, habría muerto. Por eso creo que mucha más gente pudo haberse salvado si la ayuda hubiera llegado antes. Yo tengo mucha experiencia en medicina de catástrofes y sé que se gestionó mal. Por eso espero que esto sirva para cambiar los protocolos de emergencia si hace falta. Es lo único que puedo hacer ya por mi hija: evitar que haya muerto en vano".

Los supervivientes y los familiares de las víctimas se han unido en una asociación con ese mismo propósito. "Que este dolor no lo tenga que sufrir nadie más", explica José Pablo Flores, de 30 años, que salió vivo de aquel avión, pero que no olvida a su hermana, de 28, muerta en el accidente. "Queremos que mejore la seguridad aérea, que aumente el número de funcionarios que realizan inspecciones; que los organismos de investigación oficiales tengan más recursos para llevar a cabo su labor; que mejore la formación de los pilotos y mecánicos, que tengan más tiempo para revisar los aparatos y que las compañías aéreas informen a los clientes de qué tipo de avión van a utilizar, la antigüedad, las revisiones que ha pasado y la preparación de la tripulación".

Siguen dándole muchas vueltas. "Mi cabeza no ha parado de pensar lo que ocurrió ese día: 'ojalá el avión se hubiera levantado, ojalá nos hubieran cambiado de avión...", confiesa José Pablo. Las víctimas han aprendido tanto como han podido sobre MD-82, flaps, reversa... y han contratado a técnicos en aviación para saber a qué atenerse. "Trabajamos con ingenieros, médicos, policías y otros profesionales", cuenta José Pablo para tratar de averiguar y corregir lo que falló aquel día.

"El avión se deshizo como una tarta partida en 1.000 pedazos", recuerda Loreto, "porque cayó al lado de un barranco, en medio de un arroyo y cerca de una arboleda. Sé que es legal, pero si hubiera caído en una superficie llana, el impacto habría sido menor. ¿Y cómo es posible que la torre de control se enterara por una llamada del 112 de que había un avión estrellado en la pista?".

Los supervivientes y las familias de los fallecidos, han recibido de Spanair un anticipo de 25.000 euros de indemnización. Todos, excepto los familiares de los tres pilotos, que aún no han recibido nada, "por causas ajenas a los abogados", según un portavoz de la compañía. El pasado julio, intentando adelantase al fallo del juez que instruye el caso, Spanair empezó a negociar con las familias las indemnizaciones finales con un máximo de 100.000 euros para cada una, informa Santiago Gimeno.

Además, varios familiares han denunciado al fabricante, Boeing, por no haber hecho todo lo posible por evitar la tragedia. EE UU recomendó a la empresa que mejorara el sistema de alarma de configuración del despegue (lo que parece que falló en el MD siniestrado en Barajas) después de un accidente muy similar en Detroit en 1987. McDonnell Douglas, luego comprada por Boeing, no lo hizo. La comisión que investiga el accidente de Madrid también recomendó en febrero a Boeing que mejorara sus manuales de mantenimiento.

Familiares y supervivientes se preparan para volver al lugar de la tragedia este jueves, donde tendrá lugar un acto de homenaje a las víctimas. Se cumple un año y su impaciencia aumenta al tiempo que se reducen las atenciones. "Spanair las ha ido disminuyendo poco a poco. Muchas familias empezaron recibiendo ayuda de psicólogos contratados por la compañía, pero el número de sesiones llegó hasta 10 y muchas se quedaron sin esa ayuda", lamenta José Pablo, que sí quiere agradecer el apoyo del Cabildo de Gran Canaria -ha cedido un local para que se reúnan-, la delegación del Gobierno en Canarias -les ha seguido dando atención psicológica- o AENA, que ha organizado los actos por el aniversario. La Comunidad de Madrid, a la que solicitaron un local para la sede de la asociación, no les ha contestado. El ayuntamiento ha levantado un monumento a las víctimas en el parque Juan Carlos I.

El jueves se descubrirá una losa de piedra con sus nombres en el aeropuerto de Barajas. Otra placa será colocada en el lugar del accidente con una frase escogida entre los familiares de todas las víctimas: "Lejos, pero siempre vivos en nuestros corazones".

Ayer esperaban con ansia un informe definitivo de la comisión de investigación del accidente, -que deben entregarles al cumplirse un año de la tragedia-. En él, Loreto confía en poder leer la respuesta a una pregunta - "¿Por qué murió mi hija?"- para evitarles a otros lo que ella ha sufrido.
Clara, su hija, fue compañera de estudios de mi sobrino, In memoriam.
Loreto estuvo entre la vida y la muerte mucho tiempo, familiar de un amigo desde pequeños.

15 ago 2009

Vagabundo Bob Dylan La Respuesta está en el Viento

Vagabundo Bob Dylan
El compositor y cantante fue detenido en un pueblo de Nueva Jersey por una policía que no le reconoció y le confundió con un vagabundo




La agente Kristie Buble patrullaba una noche bajo la lluvia por Long Branch, Nueva Jersey, cuando recibió el aviso de un vecino sobre "un hombre mayor de aspecto excéntrico" que rondaba por los jardines del vecindario. Buble se acercó hasta la zona y allí encontró a un hombre vestido de negro, con pantalones de chándal, unas botas de lluvia y dos chubasqueros con la capucha cubriéndole la cabeza. La policía, pensando que estaba ante un vagabundo, lo detuvo.
El 'vagabundo'era Bob Dylan en persona, pero la agente Buble no se lo creyó y le detuvo el pasado mes de julio.


Lo primero que hizo Buble cuando encontró a Dylan fue "preguntarle que qué hacía en el vecindario, y contestó que estaba buscando una casa que estaba a la venta". "Le pregunté por su nombre y dijo, Bob Dylan", ha explicado Buble posteriormente a ABC News. "Ahora, había visto fotos de Dylan de hace mucho tiempo y para mí no se parecía a Dylan".
Buble sigue con el relato que le ha hecho famosa: "Así que le dije, vale Bob, ¿qué estás haciendo en Long Branch? Dijo que estaba de tour por el país con Willie Nelson y John Mellencap. Así que en ese momento se me puso la mosca detrás de la oreja sobre esta historia".

En ese momento la agente Buble no supo qué creer y tras comprobar que Dylan no tenía ningún tipo de identificación le preguntó que dónde se alojaba y Dylan no fue muy preciso en su respuesta: "los autobuses del tour están aparcados en algún gran hotel junto al océano". "Actuaba de una forma muy sospechosa; estaba diluviando así que le dije, bien Bob, ¿por qué no entras en el coche y vamos hasta el hotel para verificar esto? Realmente no creía que fuera Bob Dylan. Nunca pasó por mi mente esa posibilidad".

Al llegar al hotel, la agente Buble empezó a sospechar que igual su detenido tenía razón al ver unos cuantos autobuses en el aparcamiento. "Fue muy amable, y dijo que entendía que tenía que verificar su identidad.
Me pidió que le volviera a dejar en el vecindario cuando yo verificara su identidad, lo que hizo que sospechara más", ha dicho la agente de policía. Pero a pesar de los autobuses, el sargento de la agente Buble también sospechó del detenido. "Sargento, este tipo dice que es Bob Dylan; El sargento abrió la puerta del coche, miró dentro y dijo, ese no es Bob Dylan", ha contado Buble.

Finalmente Dylan pudo demostrar quién era. Su intento de pasar desapercibido fue la mejor manera de ser la estrella más brillante de la noche. Probablemente vivió lo que sería un buen inicio para una de las historias que ha compuesto y cantado en los últimos cuarenta años.

Manchas y arabescos


Manchas y arabescos


Decía Henri Matisse que no había otra cosa en su obra que manchas y arabescos. En su monumental biografía del artista, Matisse (Edhasa; traducción de Isabel Butler de Foley), Hilary Spurling cuenta que en la academia a la que acudió para formarse, en Saint-Quentin en 1891, era uno de los alumnos más expansivos y que, entre sesión y sesión de pintura, se dedicaba a hacer imitaciones o a cantar con su característico acento regional. "Nunca iba al estudio sin su violín", añade.
Tampoco lo olvidó, años después, cuando llegó por primera vez a Niza el día de Navidad de 1917. Pensaba estar sólo unos días y tomó una habitación en un modesto hotel situado en el paseo frente al mar.
Al poco tiempo, ya practicaba una rutina invariable: "Se levantaba temprano, trabajaba toda la mañana y emprendía una segunda sesión de trabajo después de comer, después tocaba el violín, tomaba una cena sencilla (sopa de verdura, dos huevos duros, ensalada y un vaso de vino) y se acostaba temprano".
Ahora, en el Museo Thyssen, en Madrid, se exhibe Matisse 1917-1941 (el comisario es Tomás Llorens) y en la exposición hay varios cuadros en los que aparece el estuche de violín del artista.

Había guerra en Europa cuando Matisse llegó a Niza. La región del Aisne, donde había nacido, había sido devastada y Saint-Quentin, donde canturreaba y tocaba el violín, era ya una ciudad fantasmagórica. "Pinto para olvidar todo lo demás", confesaba por entonces (en la imagen, Interior con violín). Viendo la exposición, y todas las figuras de los cuadros con todo ese aire de sosiego y calma y descanso que transmiten, es difícil imaginar que algunos de ellos se pintaran con el horror de la guerra como ruido de fondo.

Sea como sea, y de su larga etapa vinculada a Niza, que es el periodo que abarca la muestra del Thyssen, Robert Hughes escribió a propósito de una exposición de 1986, que reunió en la National Gallery de Washington 171 obras de ese periodo, que fue un tiempo de lucha y tensión por consolidar su madurez como artista: "Observar las habitaciones de Matisse es como leer una autobiografía reticente, escrita antes de los tiempos en que se esperaba que los autores lo contaran todo.
La calma que irradian no es una expresión de complacencia, sino una táctica contra la ansiedad. Niza permitió a Matisse el equilibrio, mantener de forma continuada el mismo estado mental. 'Después de medio siglo de trabajo duro y reflexión, la pared todavía está allí', le escribió a un amigo".

Eso era lo que contaba del Matisse de Niza el prestigioso crítico de la revista Time.
Y añadía que el instrumento que le había servido para ganar esa batalla contra la ansiedad "fue el color, la revelación de la luz". Justo lo que hay en la exposición de Madrid: ¡olé, olé y olé el color!
Una explosión de color que enloquece. Si su obra entera, como decía el mismo, no son más que manchas y arabescos, podrían tomarse esas manchas y arabescos como los sonidos de su violín transportados a sus telas.
Porque a lo que invitan, todos ellos, es justamente a dejarse llevar: como en una lánguida y melancólica y embriagadora danza infinita.