Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

1 ene 2012

Las bestias negras de Facebook

Las bestias negras de Facebook

Qué son 200 millones? Nada, comparado con el honor. Eso es lo que los gemelos Cameron y Tyler Winklevoss quieren que usted crea. Desde 2004 han perseguido a Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, en los tribunales.
Primero, para pedirle una compensación, acusándole de robar la idea sobre la que creó la mayor red social de Internet. Luego, porque no estaban contentos con los términos de la indemnización extrajudicial que recibieron de Zuckerberg.
La justicia de Estados Unidos ha intentado detener el frenesí de demandas de los apuestos gemelos.
Ellos, sin embargo, no van a parar.
A cualquier ocasión, le recuerdan a quien quiera escucharles: Facebook puede tener muchos usuarios, pero nació sin ningún honor.


Los Winklevoss, de 30 años, son arquetipos de lo que en Norteamérica se conoce como la élite WASP (siglas de white anglo-saxon protestant, o lo que es lo mismo: blancos, anglosajones y protestantes).
No hay nada en su biografía que salga del manual del perfecto WASP: nacidos en Southampton, Nueva York; perfectos al piano desde niños; apasionados del remo; atletas olímpicos; formados en la Universidad de Harvard; miembros de los selectos clubes Hasty Puding y Porcellian, tan rancios como su nombre sugiere.
Ni siquiera su fisionomía traiciona su waspismo: de perfectas quijadas cuadradas, engominadas cabelleras y turgentes músculos, altos como estatuas griegas.
Su atuendo: siempre perfecto.
Perfecto en clase, perfecto fuera de ella. Solo se desprenden de la americana y la corbata cuando están remando.
Y aun en esa instancia, su uniforme deportivo sigue siendo impecable
. No dejan a nadie indiferente. Se les ama o se les odia. Por lo que publican los medios de EE UU, más bien lo segundo
. Esto dijo de los gemelos en verano Larry Summers, que fue presidente de Harvard cuando ellos estudiaban allí: "Si un estudiante de licenciatura viene a verte con corbata y americana un jueves a las tres de la tarde, hay dos posibilidades. Una es que esté buscando trabajo y tenga una entrevista. La otra es que se trate de un capullo (asshole). En este caso se trataba de la segunda opción".
Las rencillas nacen de un encuentro de ambos con el rector, en 2004, en el que este rechazó amonestar a Zuckerberg por las acusaciones de haber robado la idea de Facebook. Después de que Summers les llamara capullos, los Winklevoss emitieron un comunicado en el que le criticaban por sus malos modos, su falta de tacto y carencias éticas. ¿Qué importa que Summers sea uno de los economistas más respetados de EE UU, asesor del mismísimo presidente Barack Obama? Da lo mismo. Al fin y al cabo, Zuckerberg es uno de los multimillonarios más jóvenes del planeta y también mancilló el honor de los Winklevoss. En el mundo de los gemelos el dinero no compra la dignidad.
"Qué ironía que nuestro atuendo, aquel día, obedeciera al respeto que le debíamos al mismo presidente", escribieron los gemelos en una reciente carta dirigida a la administración de Harvard. "Los modales [de Summers] estuvieron en consonancia con su reputación de carecer de tacto. No creemos que fuera un fallo suyo no chocarnos la mano cuando entramos en su oficina (porque hacerlo hubiera implicado bajar los pies de la mesa y haberse levantado de su silla), ni que nos alarmara su tono. Es que despreció nuestras quejas por un asunto que ponía sinceramente en duda normas éticas muy sólidas, como son las recogidas en el Código de Honor de Harvard".
El honor, esa virtud para los Winklevoss casi extinta. La historia es sabida, popularizada por la película La red social: junto con su compañero Divya Narendra, los Winklevoss crearon un listado de alumnos en Internet para Harvard; llegaron a un acuerdo verbal con otro alumno, Zuckerberg, para que se encargara de la programación; este, a escondidas, creó Facebook, que era un proyecto sospechosamente similar; ellos le demandaron; finalmente llegaron a un acuerdo extrajudicial por el que recibieron 65 millones de dólares, 45 de ellos en acciones. Hoy, el valor de esa indemnización se estima en 200 millones, dado el éxito de Facebook. Luego volvieron a llevar a Zuckerberg a los tribunales acusándole de haberles mentido sobre el valor real de las acciones. Pedían 650 millones. Perdieron el caso en abril de 2011.
Entonces, el juez Alex Kozinski les espetó: "En algún momento, las demandas tienen que parar". No conoce ese juez a los Winklevoss y su sentido del honor. Habrán agotado la vía judicial, pero siempre les queda la vía del bochorno público. Ellos quieren que Zuckerberg, el joven judío de clase media de Nueva York, al fin y al cabo un don nadie antes de crear la mayor red social del mundo, pague con la humillación pública. Después de todo, Zuckerberg se burló de ellos. Según un mensaje privado filtrado por la revista Business insider, este le dijo a un amigo lo que les iba a hacer a los Winklevoss: "Les voy a joder, probablemente en la oreja".
Y luego está el perfil que, según los gemelos, Zuckerberg creó al hackear la red social que ellos crearon posteriormente, ConnectU.
Es una falsa página personal de Cameron. En ella se detallan varios detalles. Idioma: "WASP-y". Raza: "Mejor que la tuya". Color de pelo: "Rubio ario". Allí estaba, el empollón informático, feúcho y retraído, burlándose impunemente de los dos hermanos a los que todos, incluido él, debían adorar.
Así había sido siempre en la tradición escolar estadounidense: los apuestos atletas causan admiración, los empollones pasan desapercibidos.
¿No conocía Zuckerberg las normas? Queda claro que no. Al pagarles la indemnización admitió, implícitamente, su culpa. Y pasó página.
¿Qué le importaba a él aquel vetusto sentido del honor? ¡Si ni siquiera había acabado sus estudios de Harvard! Sin Harvard y sin honor, ahí está Zuckerberg, sentado sobre una fortuna de 17.500 millones.
De los que, no hay que olvidarlo, los Winklevoss solo quieren 650.
Al final parece, que además de honor, también anhelan otras cosas.

 

Las mejores 10 películas de 2011 (y 2)

) Melancolía
Si Melancolía le gustó hasta a Boyero, es que Lars von Trier ha dado en la diana. Los ejercicios de estilo que introdujo en Anticristo (el resto de aquel trabajo no estaba a la altura) funcionan a la perfección en una drama familiar con aromas a Celebración, de Thomas Vinterberg, pero que está marcado por el Apocalipsis: un planeta va a estrellarse contra la Tierra. Kirsten Dunst saca brillo a un papel escrito para Penélope Cruz en una película que acaba al contrario que los blockbusters hollywoodienses de catástrofes: con una ración extra de muerte y destrucción.

1) El árbol de la vida
La otra obra maestra del año, que obtuvo la Palma de Oro en Cannes. Lo siento por Sean Penn, que se queja del recorte que sufrió su personaje en la mesa de montaje: el maestro Terrence Malick sabe de ritmo., e incentiva la parte con Brad Pitt. La película más esperada del último lustro del director más esquivo de la actualidad (aunque ahora empieza a rodar con profusión) se ve con la boca abierta, admirado ante la experiencia sensorial que propone e impone el cineasta estadounidense. Nunca la infancia fue retratada en toda su intimidad y emoción. Va más allá del cine. Para la Historia.

5) The artist
De acuerdo. No cuenta nada nuevo; cualquiera que vea películas de los años veinte descubrirá todas sus referencias... pero, ¿y qué? Pocos filmes emanan tanto amor por el cine como The artist. Pocos largometrajes hacen justicia a la palabra magia.
El mejor ejemplo de porqué seguimos viendo cine: para disfrutar. En el paladar del buen cinéfago brincarán las sensaciones y la vuelta a las esencias como le pasaba al crítico gastronómico que saboreaba el plato cocinado por aquel chef especial en Ratatouille.
  No habrá paz para los malvados
Enrique Urbizu en Hollywood estaría rodando todos los años joyas estilo Drive. Pero en España filma poco: un lujo para una industria tan exangüe como la española. Que haya incluido más de un cuarto de hora sin palabras en una persecución en la que el espectador se convierte en el Santos Trinidad del título, que exprima y saque todo ese jugo interpretativo a José Coronado, que sea capaz de jugar con el 11-M sin caer ni en el morbo ni avasallar el recuerdo de las víctimas... En definitiva, que haya hecho un thriller canónico y a la vez repleto de matices renovadores habla a las claras de su talento.

Pon las que tu creas que deben estar aqui, como la Fuente de Las Mujeres , por ejemplo.

Barcelona 92o Boyero está cambiando o la mutante soy yo.

Es imposible no asociar el ritual de frases hechas, tópicos sonrojantes (solo desde el masoquismo o la idiotez ilimitada se pueden escuchar las retransmisiones del fútbol en Telemadrid), impunes barbaridades contra el diccionario, la comunión absoluta entre los cretinos interrogantes de los entrevistadores y las siempre previsibles y huecas respuestas de los entrevistados, con el tratamiento mayoritario que recibe el deporte en la televisión.
En la seguridad por parte de los directivos de esa grotesca forma de retratar el deporte de que el nivel mental de los receptores no solo es vulgar sino que está emparentado con la oligofrenia.
Un individuo foráneo llamado Michael Robinson, que a pesar de hacerse líos muy cómicos en frases y palabras puntuales con el idioma español siempre se expresa con inteligencia, ironía, calidez y gracia, demuestra desde hace mucho tiempo que hablar del deporte puede hacerse con arte, conocimiento, originalidad, penetración, estilo y sentimiento.
Su programa Informe Robinson es un lujo progresivo, abordando historias individuales o colectivas, revelando lo que nunca se ha contado, haciendo hablar a gente que siempre ha sido parca o secreta, cuidando las imágenes.
Su última entrega, dedicada a los Juegos Olímpicos de Barcelona, era modélica.
Recogiendo el testimonio de políticos que olvidaron sus diferencias en nombre del interes común, el suspense de esa flecha legendaria buscando su objetivo, los recuerdos de deportistas que conocieron al menos una vez en su vida ese momento de éxtasis que les va a acompañar hasta el último día, el abandono del subdesarrolismo y los justificados complejos en el deporte español, la sensación de haber visto y sentido algo irrepetible observando lo que era capaz de hacer el Dream Team de los Jordan, Bird, Johnson y demás.
Esta noche me deja sin argumentos ni ganas de maldecir a la casi siempre bochornosa televisión. La biografía del cardenal Tarancón, que ha dirigido Antonio Hernández, esMostrar todo muy digna.
Hay cosas que chirrían, pero son pocas.
José Sancho está muy creíble componiendo a aquel admirable malabarista de la política, a ese cura que comprendió que todo debía cambiar, a alguien rocoso, sensato y valiente que se convirtió en la pesadilla del dragón.

El año de Todavía. Juan Cruz

Cumplía una tradición José Saramago: cuando acababa sus libros, que fueron muchos, llamaba a algunos amigos y les contaba cuál era la última palabra, con qué los concluía. Luego algunos de esos amigos les hacían comentarios sobre la densidad, sobre la estética, sobre la metáfora de esas palabras. Era como un rito que él proseguía con la ingenua seriedad con la que abordó algunas casualidades. Ahora Pilar del Río, su mujer, su traductora, me escribe desde Lanzarote para decirme cómo acabó ayer la traducción de ´Claraboya`, la novela inédita que José nunca publicó porque la editorial a la que se la entregó, hace décadas, la extravió en sus desvanes. Ahora apareció ´Claraboya`y Pilar, que es la presidenta de la Fundación Saramago y ha tenido la generosidad abrir la casa, y la biblioteca, lanzaroteña del escritor para que la gente conozca en primer término lo que fue el ámbito de su vida cotidiana, la ha terminado de traducir y me envía la última palabra, en español, de ese manuscrito.
Todavía. La última palabra es Todavía. Una palabra tan machadiana, tan de Pessoa, tan de Saramago, esa especie de tobogán tranquilo que es la palabra Todavía para iniciar un año que se adivina un año aún todavidiesco, hoy es siempre todavía, vivimos en el ámbito de los todavías, somos una esencia compuesta de todavía, de posibilidades que se van superponiendo y eliminando, estamos en el filo del Todavía, el Todavía acaba de nacer.
Me ha producido mucha emoción asistir al nacimiento de esa última palabra al mismo tiempo que nace un año que ya procede de los detritus de años pasados y que se llama 2012, un conjunto de números que acaso podrían traducirse con esa palabra, Todavía. El año de Todavía.