Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 mar 2014

La piadosa malevolencia................................................................. Javier Marías

Es la conciencia de las mujeres la que debe bregar con su decisión, no el Estado mediante leyes crueles.

 

A raíz de mi columna de hace tres semanas, en la que recordaba el propósito que se hizo mi padre en la infancia de no mentir, y luego hablaba de la irrefrenable tendencia del Partido Popular a faltar a la verdad, un cargo gubernamental me envía una amable carta junto con el librito de un sacerdote que recoge las opiniones del científico Lejeune y de Julián Marías acerca del aborto.
 En esa columna yo me hacía eco de declaraciones de dirigentes del PP (glosadas por Carlos E. Cué) según las cuales podría haber una estrategia electoral en el Proyecto de Ley que ha preparado Rajoy (dejémonos de historias: ningún ministro hace nada sin su mandato o apoyo) para endurecer la hasta hoy vigente relativa a esa cuestión.
No era el caso ni el tono de la misiva de ese cargo, vaya por delante; sin embargo, involuntariamente, participaba de una de las actitudes que más me irritan y más ruines me parecen y que a menudo he padecido como “argumento” contra mis escritos
. En ella han incurrido tanto amistades de mi familia como lectores desconocidos (curas, frecuentemente) como algún que otro articu­­lista. En esencia consiste en “echarme en cara” lo que opinaba mi padre sobre tal o cual asunto, intentando lo que hoy llaman muchos “chantaje emocional”. A veces los que tiran de semejante recurso no se andan por las ramas: “¿Qué habría pensado tu padre de lo que has escrito? Vaya disgusto le habrías dado”.
 Otros son poco más sutiles: “Al hablar así de la jerarquía eclesiástica, denigras la fe de tus padres”. En fin, gajes de haber tenido un progenitor-figura pública.
Pero dicho “argumento” no sólo lo encuentro de gran bajeza moral, muy grave en los sacerdotes, sino extremadamente pueril.
Como es sabido, me llevaba bien con mi padre en conjunto
. Lo quería mucho y lo admiraba en bastantes aspectos.
 Pero también estábamos en desacuerdo en numerosas cuestiones, y yo no se lo ocultaba.
 Discutimos respetuosa y civilizadamente infinidad de veces.
 Solía leer mis artículos y yo los suyos, sabíamos lo que cada uno opinaba. De ahí la puerilidad y la mala fe de ese “argumento”
 Quienes lo emplean implican que yo me habría callado muchas cosas hasta después de su muerte en 2005; que habría sido deshonesto con él para no disgustarlo o decepcionarlo, o aún peor, para “protegerme” de su desaprobación.
 Ahí están las hemerotecas para desmentir tal asunción. Quienes recurren a eso me merecen el mayor desprecio, por mezquinos, mendaces y sin escrúpulos
. Insisto en que no era ese el tono de la carta del cargo gubernamental.
Estoy al cabo de la calle de lo que pensaba mi padre sobre el aborto.
 Él era católico practicante, y además había nacido en 1914 (este año habría cumplido un siglo de edad).
 En sus últimos tiempos su catolicismo fue a más, y también su “conservadurismo”. Son esos tiempos los que interesan a los curas y a los políticos que se están “apropiando” de su figura; como si el resto de su larga trayectoria no contara o hubiera sido borrada.
 Durante décadas padeció la hostilidad de esa Iglesia a la que, pese a todo, pertenecía; no digamos la de los políticos franquistas (a los que tanto se parecen e imitan los que lo “reivindican” ahora), que le hicieron la vida imposible
. Bien, para él el aborto era una monstruosidad y un horror.
Para mí era y es, asimismo, un horror, y me alegro infinito de no haberme visto involucrado nunca en ello.
 La única vez que me vinieron con una falsa alarma, la mujer, una estadounidense, habló de tener el hipotético niño y darlo en adopción.
 Le anuncié en seguida que me lo quedaría yo, aunque me llegara con una gorra de baseball ya encasquetada desde su nacimiento, y un chicle en el paladar.
Para las mujeres que optan por esa medida ­–salvo descerebradas–, me consta que es igualmente un horror, algo que jamás toman a la ligera, que les deja indeleble huella y a veces no escasos problemas de conciencia.
Pero es su conciencia la que debe bregar con su decisión, no el Estado mediante leyes crueles, inspiradas en la doctrina de la Iglesia.
 Para ésta todo aborto es un asesinato, en cualquier fase y circunstancia y supuesto. También hubo curas, en el pasado, que se empeñaban en inyectarles el bautismo a los fetos para cristianizarlos desde su concepción …
Para el resto de la sociedad la cuestión no está nada clara, y sí lo está, en cambio, que constituye sadismo obligar a dar a luz a una criatura que no va a sobrevivir o que estará condenada a una existencia de padecimientos, operaciones sin fin, graves malformaciones que la harán maldecir cada hora de su precaria vida
. Con la agravante de que el actual Gobierno dice “proteger” al no nacido, pero se desentenderá de ese ser en cuanto haya nacido: ya no hay ayudas a la “dependencia”, ni sanidad cabalmente pública.
“Proteger” a lo que es sólo un embrión, y desamparar al niño y al adulto resultantes, es algo sólo comprensible desde la malevolencia, el dogmatismo de una confesión, el ansia de castigar lo que esa confesión reprueba
. Para mí, en todo caso, no es lo mismo interrumpir algo iniciado que evitar su inicio.
 Y sin embargo esa Iglesia condena igualmente las precauciones y los anticonceptivos, no lo olvidemos. Ningún Gobierno puede legislar al mero dictado de una religión hierática, desoyendo las dudas y la conciencia de los ciudadanos
. A no ser que se trate de un Gobierno islamista, claro está, que no entiende ni acepta la separación entre Iglesia y Estado.
 Sin la que no hay democracia que valga, desde hace ya más de dos siglos
. Eso es lo que retrocedemos, se dice pronto.
elpaissemanal@elpais.es

“Habría sido mejor ser escritor que político”

El legendario socialista Mário Soares lo ha sido todo en la vida política de Portugal.

Desde la lucha contra la dictadura hasta la presidencia de la República.

Ahora se ha convertido en una suerte de conciencia de la izquierda y de la socialdemocracia de su país y de Europa. Aprovecha cualquier oportunidad para apalear a los mercados, a la troika y, de paso, a Angela Merkel.

Mário Soares. / Natacha Cardoso

Cualquier político importante aparece con frecuencia en las intrigas cotidianas de su partido; lo raro es que siga apareciendo con 89 años.
 Pero así es Mário Soares. Su inacabable figura constituye una referencia histórica, pero como de grandes palabras no se llena el jugoso día a día, este activo expresidente organiza multitudinarias reuniones para unir de una vez a la izquierda portuguesa, dirige una activa fundación que lleva su nombre y opina en los periódicos de cualquier asunto que acarree polémica
. La cita es por la tarde, en su despacho de la fundación, en un día lluvioso de Lisboa.
Su enfermera se sienta cerca
. Él se queja de algo del estómago y luego explica la causa: una caipiriña, un poco de vino y una feijoada que se ha calzado para comer. Ríe a carcajadas. Lo hará muchas veces a lo largo de la entrevista.
 Otras se indigna, también con ganas, y para demostrarlo golpea con los dedos en la mesa: toc, toc, toc. Da la impresión de que este auténtico viajero del siglo no ha hecho nada en su vida sin ganas.
¿Cómo consigue hacer tantas cosas? El año pasado estuve mal, con una encefalitis.
Fue la primera vez en mi vida que caí enfermo. Pero me trataron bien. Y ahora me siento razonablemente bien, a pesar de mis años
. Ya no tengo ninguna pretensión política ni deseo de poder. Solo leo, escribo y hablo: mis tres actividades fundamentales.
Usted comenta mucho la actualidad y ahora parece que la economía remonta un poco. ¿Cómo lo ve? En Portugal nada está cambiando
. Han sido dos años terribles. Para Portugal incluso peor que para España, me da la impresión.
 Este Gobierno [el del conservador Pedro Passos Coelho] está hipotecado a la troika y a los mercados. Son ellos los que cuentan, las personas no
. Todo lo que se consiguió desde la Revolución del 25 de Abril, esto es, un Estado social serio, sólido, con un servicio de salud público, con una educación fantástica y unas universidades equiparables a las de cualquier país europeo; todo esto, que constituyó un esfuerzo brutal, se ha echado a perder porque lo están vendiendo.
¿Aún cree que hay peligro de un estallido social? Me han acusado de estar a favor de la violencia. No lo estoy.
Yo soy pacifista, pero creo que la gente está tan desesperada que es posible que se desencadene una ola de violencia.
 Hay quienes van a buscar en los cubos de basura porque no tienen para dar de comer a sus hijos. Esto es gravísimo.
 Y este Gobierno [aquí comienza a golpear en la mesa: toc, toc, toc], solo obsesionado por los mercados. Los mercados tienen que estar al servicio de la gente, y no al revés.
Y si usted fuese primer ministro, ¿qué haría? Hombre, eso es difícil de decir. Incluso pretencioso. Ya le digo que no tengo ninguna ambición política.
Pero yo le he oído decir que si mandase, se negaría a pagar la deuda y a la troika. Sí, sí, eso sí: evidentemente.
 La única manera de hablar con estos mercados [toc, toc, toc] es decirles: “No, no pagamos”. Es lo que hizo Argentina y no le pasó nada. Yo soy gran admirador de Obama y del papa Francisco, las dos figuras que me parecen más interesantes en el mundo.
 Y tanto el uno como el otro opinan que la austeridad no sirve para el que la practica, no sirve para nada. Paul Krugman, que es premio Nobel de Economía, dice lo mismo.
 Además, ver que somos un protectorado de la troika me roe las tripas.
Usted también pidió un rescate económico cuando era primer ministro en 1977. Sí, pero no es comparable.

Mário Soares

(Lisboa, 1924). Antes de la revolución de los claveles fue profesor de Filosofía, abogado y luchador infatigable desde la adolescencia contra la dictadura
. Estuvo preso 12 veces durante el régimen de Salazar, deportado en la isla de Santo Tomé y Príncipe y fue secretario general del Partido Socialista en el exilio en París. Tras la vuelta apresurada a Portugal en 1974, fue ministro de Asuntos Exteriores, primer ministro y presidente de la República. También candidato derrotado a la presidencia en 2005.
 Le gusta definirse, con orgullo, como un político profesional.
¿Ah, no? Pues no
. Atravesábamos una crisis financiera, y yo pedí apoyo al Fondo Monetario Internacional, a nadie más. Y nos lo dieron
. Por cierto, la representante del FMI estuvo un año aquí, en Lisboa, sin dar ni una entrevista. Fue muy discreta
. Solo hablaba con el ministro de Finanzas y conmigo
. Devolvimos el dinero en un año.
Así que usted pagó… Porque nos prestaron el dinero suficiente para poner a funcionar el sistema.
¿Y ahora? Ahora es distinto, porque ni al Gobierno ni a la troika les interesa el país, solo el dinero. Ustedes en España tienen algo bueno: que no hay troika.
 A mí no me gusta Mariano Rajoy, pero no dejó entrar a la troika e hizo muy bien
. Estos la dejaron entrar y ahora la troika actúa como si fuesen nuestros jefes.
 Y como los políticos de ahora no son valientes, pues no saben decir que no.
 Solo saben obedecer. No son políticos de verdad.
¿Y qué es un político de verdad? El que se ocupa de su país por encima de todo, el que es patriota y busca no su bien personal, sino el bien del país al que pertenece.
¿Y usted siempre quiso ser político? No, yo solo estaba contra la dictadura
. No podía vivir sin libertad: me gustaba escribir, pero todo lo que escribía me lo censuraban. Y yo no podía vivir en un país amordazado
. Como mi padre, que era un republicano histórico y un combatiente por la libertad aunque nunca fue socialista
. Pero sí que estuvo preso y exiliado. En la Universidad participé en el Movimiento de Unidad Democrática, como representante de los más jóvenes
. Yo estuve siempre contra el Gobierno, siempre.
Por eso pasé doce veces por la cárcel. Aunque nunca me rendí, nunca hablé en los calabozos de la PIDE (policía secreta del régimen de Salazar).
¿Le torturaron? Sí, me pegaron y me aplicaron la tortura del sueño.
“Lo que se logró en la Revolución del 25 de Abril lo están vendiendo”
¿En qué consistía eso? En que no te dejaban dormir.
 Me empujaban y me insultaban, me amenazaban asegurándome que me iban a matar, todo para que no me durmiera.
 No sé cómo, pero aguanté dos días así.
 Pero después de esos dos días les dije que llamaran al jefe de policía, que quería hablar con él
. Ya no recuerdo cómo se llamaba, pero sí que era un tipo muy atildado, con un traje de chaqueta adornado con el emblema de un colegio militar.
Entró, con una sonrisa, pensando que iba a denunciar a mis compañeros.
 Y yo, al verle, salté sobre él, no sé cómo, porque yo nunca he sido muy deportista, y le agarré por el cuello.
 Recuerdo que le decía: “Sinvergüenza, no eres digno del emblema que llevas…”. Los otros me apartaron con un empellón y una lluvia de golpes. El jefe de la policía me miraba convencido de que había tratado de matarle.
 Me llevaron al calabozo, donde estuve incomunicado durante 22 días.
¿En qué trabajaba entonces? Como abogado, aunque antes de licenciarme en Derecho lo hice en Letras.
¿Quiso ser escritor? Sí, de hecho lo he sido. He publicado ciento y pico libros.
¿Alguna novela? Bueno, hice alguna tentativa, pero pensé que mejor lo dejaba. No sé si hice bien o mal. Cuando estuve en la cárcel comencé a escribir cosas de ficción.
 Y se las enseñé a dos amigos míos de la época que eran escritores.
 Era tarde, habíamos cenado y bebido bien. Y cuando iba por la página cinco o seis vi que los tíos se habían dormido.
Pensé que si esos se dormían, pues que aquello no funcionaba, y lo abandoné, ja, ja, ja.
Y se dedicó a la abogacía. Fui abogado durante 16 años.
 Hasta el exilio en Francia. Entregué mi carné al Colegio de Abogados al presentarme a diputado. Para mí, las dos cosas eran incompatibles.
 Por cierto, que ahí sigue.
 El otro día no sé quién me dijo que podía ir, retirarlo y volver a empezar, ja, ja, ja.
 Durante esos 16 años defendí siempre a gente contraria al Gobierno: anarquistas, comunistas, republicanos, sindicalistas…
Incluso me ocupé, en 1965, de investigar la muerte de Humberto Delgado, un general opositor al régimen de Salazar asesinado y enterrado por la PIDE en un pueblo de Badajoz.
¿Cuánto tiempo vivió exiliado en París? Cuatro años y medio.
Fui solo. Mi mujer me visitaba de cuando en cuando. Y mis hijos lo hacían en vacaciones.
Sería muy duro vivir así, ¿no? No se crea.
 Allí me relacioné con muchísima gente. Desde la duquesa Roja [Luisa Isabel Álvarez de Toledo] hasta Mitterrand, del que me hice amigo.
También conocí a Carrillo. Me lo presentó mi también amigo Jorge Semprún.
 Ellos luego se enfadaron, pero yo me seguí llevando bien con los dos
. Porque Carrillo era un tipo fantástico. El día que lo conocí me dijo que tenía que ir a cenar a su casa, con su mujer.
Yo conocía a Cunhal [Álvaro Cunhal, líder del Partido Comunista Portugués, por entonces también en París, en el exilio] y para entrevistarme con él había que ir a sitios complicados, clandestinos, un poco horribles. Así que me sorprendió que Carrillo, tan tranquilamente, me invitara a su casa: un tipo normalísimo. Y muy inteligente
. Y, por cierto, me pasó algo interesante con él.
JEAN-CLAUDE FRANCOLON
Cuéntelo. Al primer congreso del Partido Socialista portugués, en diciembre de 1974, vinieron, entre otros españoles, Carrillo y Felipe González.
 Aún dirigían partidos clandestinos.
 También habían venido socialistas alemanes e italianos, y de otros países, porque la revolución de los claveles fue algo que enamoró a toda Europa
. Así que no podían hablar todos en los discursos.
 A mí me convenía que hablara Carrillo, que era comunista, porque yo por aquella época andaba enfrentado con los comunistas portugueses, con Cunhal y compañía. Cunhal estaba convencido de que Portugal iba a convertirse en la Cuba europea.
 A lo que iba: le dije a Felipe en mi despacho que hablaría Carrillo y que él no. Me contestó: “No, yo también hablo, que soy del partido hermano”. Y yo le repliqué: “No, tú no hablas. Disculpa, pero no hablas”. Y el otro: “¿Ah, no hablo?, pues me voy”
 Y salió dando un portazo: ¡Patapum! Luego, a los cinco minutos, veo que abre la puerta otra vez, que asoma la cabeza y me dice: “¿Qué pasa, Mário? Que los comunistas de los otros son siempre mejores que los comunistas de uno, ¿no?”. Y se fue pegando otro portazo: ¡Patapum!
 En parte tenía razón, ya que yo necesitaba que Carrillo hablara para cabrear a Cunhal, que por cierto se puso furioso, ja, ja, ja.
¿Cómo se enteró de la Revolución de Abril de 1974? Yo vivía por entonces en París, pero ese día estaba en Alemania, en Bonn, junto con mi mujer y dos camaradas en unas jornadas socialistas. Temprano, por la mañana, llaman por teléfono.
 Lo coge mi mujer y me dice: “Algo está pasando en Portugal”.
Salté de la cama y nos pusimos en contacto con un periodista conocido que vivía en Lisboa, Raul Rego. Y nos advirtió que no se nos ocurriera ir para allá, que no se sabía si aquello era de derechas o de izquierdas.
Pero no se quedarían en Alemania, ¿no? No, claro. Volvimos a París
. En la puerta de mi casa había un montón de periodistas.
Yo era el secretario general de Partido Socialista portugués, pero sabía lo mismo que ellos, es decir, nada
. Aunque ya estaba convencido de que aquello era la revolución.
 En fin: decidimos volver. En avión no se podía porque los aeropuertos estaban cerrados. Así que nos fuimos en tren. Día y medio de viaje.
 El periodista amigo nuestro nos advirtió, de todas maneras, que enviaría un enlace a Salamanca para que nos avisara si había peligro
. Pero en Salamanca nos encontramos, a las dos y media de la madrugada, la estación llena de jóvenes gritando “¡Viva Portugal!” con claveles en las manos (cosa que yo entonces no sabía a cuento de qué venía). Al verlos me dije: “Vamos adelante”.
 Cruzamos la frontera. Y en el primer pueblo portugués nos para otra multitud en la estación.
Salimos del tren y alguien me dice que me suba a una mesa a dar un discurs
o. Me dan un megáfono, aparato que nunca había utilizado, y comienzo a hablar: que si la libertad, que si la descolonización, que si esto y que si lo otro…
 Mientras, veo que desde la otra parte del andén se acercan un tipo uniformado y otro con pinta de jefe de estación.
 Y me digo, mientras sigo con el discurso: “Estos vienen a detenerme: a la cárcel otra vez”. Pero el del uniforme, al llegar a mi altura, se cuadra, pega un taconazo, hace una reverencia y me dice: “¿Da su excelencia permiso para continuar? Llevamos media hora de retraso”
. Ahí sí que pensé: “Hemos ganado”.
¿Por qué esa obsesión con Angela Merkel? Porque es la responsable de lo que pasa en nuestros países.
Mire, hace un tiempo estuvo aquí un ministro chino y me decía que les perjudicaba mucho, para su lucha comercial con Estados Unidos, que Obama hubiera decidido emitir dólares.
 Y yo pensé: si los europeos hiciésemos lo mismo, nuestros problemas se resolverían.
 Bastaría con darle a la manivela de fabricar euros…
Eso no puede ser así de simple, señor Soares. Eso es así de simple. Simplísimo.
¿Y por qué no se hace? Porque Merkel no quiere.
 Ella quiere que todo sea para ellos, en interés suyo.
 Aunque ella también va a tener problemas porque no va a tener quien le compre sus productos.
 Los europeos ya no tienen dinero.
¿De qué se siente más orgulloso de su etapa en el poder? De haber puesto en marcha el Servicio Nacional de Salud, la educación, el Estado social, de todo esto que ahora están destruyendo.
 Y, sobre todo, de haber sido alguien impulsor de la cultura. Siempre pensé que habría sido mejor ser escritor que político.
¿Abandonó muchas cosas por la política? Podría haber hecho otras cosas importantes.
Podría haber escrito más, o haber dado más atención a la familia. Viví muchos años preso o exiliado, y mi mujer lo soportó todo
. Y mis hijos también.
Pero, bueno, así fueron las cosas: paciencia P


 

Un Oscar entre zancadillas

La extrema virulencia de algunas campañas de promoción ensucian la recta final de los galardones de cine, que se celebran esta noche en Los Ángeles.

 

Colocación de una de las estatuas de los Oscar en la puerta del Dolby Theater. / joe klamar (afp)

Hablar de “carrera al Oscar” es, además de un lugar común, un eufemismo para evitar la verdadera naturaleza del asunto: una carrera de obstáculos, un regateo entre zancadillas, donde el tanto es para el más fuerte
. Da igual que la Academia prohíba las campañas negativas.
 Los académicos no viven en una burbuja y escuchan el continuo flujo de informaciones o rumores que salpican a los candidatos.
 Que si Gravity carece de base científica
. Que si las memorias del esclavo Solomon Northup en 12 años de esclavitudno son suyas. O, más delicadas todavía, esas acusaciones no probadas que han querido ensuciar en plena campaña el nombre de Woody Allen, Cate Blanchett, Leonardo DiCaprio, Jared Leto o Matthew McConaughey, entre otros, cuestionando si es justo premiar a un supuesto pedófilo, glorificar la figura de un timador convicto u olvidarse de las verdaderas víctimas del sida.
Las campañas negativas no son nuevas pero sí su virulencia en un año en el que los ataques tienen nombres y apellidos
. “¿Qué dirías si fuera tu hijo, Cate Blanchett?”, le espetó Dylan Farrow a la casi ganadora queriéndola inmiscuir en la refriega familiar que pesa contra Woody Allen desde 1992
. Un comentario polémico y público que llega justo cuando la última película de Allen, Blue Jasmine, defiende tres candidaturas al Oscar, incluida la de mejor actriz.
 Las acusaciones de abuso sexual contra su propia hija, nunca probadas ni llevadas a juicio, no afectaron a los académicos con anterioridad. De hecho tan solo tres años después de que las acusaciones salieran a la luz, Allen obtuvo siete candidaturas por Balas sobre Broadway y Dianne Wiest logró la estatuilla como mejor actriz secundaria.
Esto era antes de Internet.
 Los comentarios de otra hija airada, la de uno de los socios de Jordan Belfort, condenado por malversación de fondos, fraude fiscal y la figura central del último filme de Martin Scorsese, pudo haber dañado el número de candidaturas de El lobo de Wall Street cuando en otra carta abierta publicada en el L. A. Weekly pidió “a cualquier ser humano” su rechazo a un filme que apoya “a todos los lobos de Wall Street”.
En el caso de Jared Leto, candidato a mejor actor de reparto por Dallas buyers club, los insultos le llegaron en directo cuando un espectador le abucheó por ser un “transmisógino”
. Cuando el actor le pidió explicaciones el espontáneo expresó una opinión refrendada en varios foros gais y transexuales: el papel de Leto debería de haber sido interpretado por un transexual y ni él ni McConaughey han recordado en su discurso de la victoria a las verdaderas víctimas del sida. “Siempre habrá alguien que se quede fuera de unos agradecimientos por cuestión de tiempo.
 Cuando estás ahí hablas con el corazón y sin faltar el respeto a nadie”, respondió McConaughey a este diario al mencionarle la polémica.
La polémica de la hija de Woody Allen puede afectar a Cate Blanchett
Ninguno de estos ataques pertenecen a una campaña oficial, pero su sentido de la oportunidad es innegable.
 Por ejemplo, la comentada “audiencia papal” que tuvo la verdadera Philomena en la que está basada la película que lleva su nombre y que los círculos católicos más fervientes, opuestos al largometraje, han sido rápidos en puntualizar que no fue tal.
 Al parecer, Philomena era otra de las muchas personas en un grupo al que el Papa Francisco extendió la mano en una audiencia pública.
 También están las denuncias presentadas por miembros de la tripulación del Maersk Alabama que cuestionan el heroísmo del verdadero capitán Phillips en el que se basa la película... aun cuando antes habían apoyado sus acciones.
 O del amigo de Belfort, Andrew Greene, a quien no le importó su retrato en el libro que escribió el verdadero lobo de Wall Street pero que ha denunciado su imagen en la película
. Salpicaduras para ver si manchan como años atrás fueron los comentarios (negados) de que el verdadero guion de El indomable Will Hunting lo escribió William Goldman o Ted Tally, la demoledora crítica que hizo el propio Goldman de Salvar al soldado Ryan o las acusaciones de que John Nash, el verdadero cerebro detrás de Una mente prodigiosa, era homosexual y antisemita
. Y así muchas más. Campañas de resultado dudoso: Matt Damon y Ben Affleck consiguieron su Oscar a mejor guion y Una mente prodigiosa alcanzó la gloria.
Eso sí, Salvar al soldado Ryan dejó a Steven Spielberg en los Oscar, sin una estatuilla, la de mejor película, que parecía cantada.
Aunque la Academia amenaza con un año de suspensión al que esté detrás de una campaña negativa, la regla nunca ha sido puesta en vigor
. Lo más parecido fue el castigo que recibió Nicholas Chartier, productor de En tierra hostil, después de pedir a los académicos el voto para su película en lugar de “apoyar esas producciones de 500 millones de dólares”, una clara referencia a su gran rival, Avatar
. La Academia le prohibió a Chartier que asistiera a la ceremonia pero el filme obtuvo el Oscar a mejor película.

40 años bajo secreto....................El anarquista Salvador Puig Antich fue ejecutado hace cuatro décadas

El historiador Gutmaro Gómez Bravo revela detalles del proceso al último muerto a garrote vil

El anarquista Salvador Puig Antich fue ejecutado hace cuatro décadas.

Tristeza cuando España entera vió que se ejecutaba a este muchacho.

Ningún partido de la clandestinidad hizo nada, porque era un anarquiste y lo mataron a garrote vil, luego vendrían otros tres antes de morirse Franco.

Portada de El Caso, semanario especializado en sucesos, con la noticia de la ejecución, el 2 de marzo de 1974, de Puig Antich, en la prisión Modelo de Barcelona, y Heinz Ches (transcrito como Chez), en Tarragona.
 Fueron los últimos condenados a los que se aplicó en España el garrote vil.

El 2 de marzo de 1974, hace ahora 40 años, un médico militar certificaba la muerte en la cárcel Modelo de Barcelona de Salvador Puig Antich “por parada cardiorespiratoria por garrote”. Tenía 25 años.
 Su figura ha sido popularizada por el cine, pero las circunstancias de su caso siguen envueltas en una espesa niebla. El caso fue decretado “materia informativa reservada” y así sigue
.La solicitud de revisión del proceso contra Puig Antich ha sido denegada dos veces, pero el caso sigue abierto en Argentina — en manos de la juez María Servini de Cubría, que recibió la querella por genocidio de las víctimas del franquismo iniciada por Baltasar Garzón—
La prohibición de acceder a la documentación policial custodiada por el Ministerio del Interior continúa vigente.
 Esta imposibilidad de acceder a los documentos oficiales, ha mantenido vivos una serie de tópicos que ocultan la dimensión de una ejecución que marcó la hoja de ruta del final de la dictadura, incapaz ya de mantenerse sin el uso de la fuerza.
 El proceso, desarrollado entre septiembre de 1973 y marzo de 1974, fue mucho más que una simple venganza por la muerte del presidente del Gobierno Carrero Blanco.
 Se cruzó con la primera crisis del Gobierno de su sucesor, Arias Navarro, abierta por la decisión de endurecer a toda costa la política represiva y terminar con cualquier experimento reformista.
Arias, que había sido director general de Seguridad y ministro de Interior, fue el elegido por Franco para ello.
 Al contrario de lo que se suele asegurar, Arias no se planteó ni siquiera la posibilidad del indulto a Puig Antich, asunto al que apenas dedicó tiempo.
 Sus planes no pasaban por contrariar la sentencia de un tribunal militar, y mucho menos la de un asesino de un policía de la Brigada Político Social.
 La correspondencia del Gobierno Civil de Barcelona, y, sobre todo, dos documentos inéditos, los informes de 28 de febrero y de 29 de marzo de 1974 de la Embajada de Estados Unidos en Madrid, así lo demuestran.
La causa judicial estaba prácticamente terminada antes de la muerte de Carrero.
 A finales de noviembre de 1973, el fiscal militar emitió sus conclusiones provisionales en las que pedía ya la pena capital.
 El atentado del 20 de diciembre aceleró su tramitación, pero no alteró el rumbo. Fueron declarados hábiles los días de Navidad y, el 31 de diciembre, mientras Arias Navarro era recibido en El Pardo con honores, el fiscal reiteraba su petición de pena de muerte para Puig Antich.
El Gobernador Civil de Barcelona, Tomás Pelayo Ros, intentó mediar antes de que la sentencia se hiciera definitiva en el consejo de guerra fijado para el 8 de enero
. Escribió una carta el 1 de enero al nuevo ministro de Interior haciendo dos observaciones sobre el proceso.
 “La primera es la duda existente sobre si Puig Antich tiene un perfecto conocimiento de los hechos realizados o se encuentra afectado por algún trastorno mental.
 La segunda, si los disparos que recibió el cuerpo del policía señor Anguas procedían todos ellos del arma empuñada por Puig Antich, puesto que no está suficientemente demostrado cuántas veces disparó”
. La respuesta fue esta breve nota manuscrita: “Al subsecretario de despacho para que me hable y prepare contestación evasiva”.
 El Ejército tenía luz verde.
El 8 de enero, Puig Antich era condenado a muerte por un tribunal en el que el mismo capitán general de Cataluña había pedido la presencia de “capitanes jóvenes resolutivos”.
 La sentencia fue ratificada por el Consejo Supremo de Justicia Militar, un día antes del discurso de toma de posesión de Arias Navarro ante las Cortes, el conocido como Espíritu del 12 de febrero.
El Gobierno no tenía dudas, solo calculó el momento para solapar la presión interior y exterior con una clara intencionalidad política: desacreditar a los reformistas, aplacar a la extrema derecha y congraciarse con el Ejército y la Policía.
 Así lo explicaba el embajador norteamericano, Horacio Rivero, al secretario de Estado Henry Kissinger: “El interés del Gobierno en el orden público y su sensibilidad a las presiones de la extrema derecha, explica la decisión de ejecutar al anarquista catalán Puig Antich.
 Para tomar esta decisión, el Gobierno se ha mostrado públicamente del lado de la ley y el orden antes que de la moderación de los países extranjeros y los grupos liberales españoles”.
“En la clase política española”, según Rivero, “prevalecía el sentimiento favorable a la ejecución, pero era un asunto delicado que podía írsele de las manos al Gobierno.
 Además de empeorar la mala imagen ante Europa y bloquear el ingreso en el Mercado Común, una política favorable a la pena de muerte produciría una división con los aperturistas, incluida parte de la Iglesia”.
 No se equivocó. El 24 de febrero estallaba la crisis: el obispo de Bilbao, Antonio Añoveros, era acusado de alentar el separatismo en sus homilías. Arias pidió al secretario de Exteriores que convocara al nuncio apostólico el 1 de marzo.
Esa misma tarde estaba convocado un consejo de ministros para aprobar la ejecución
. A Puig Antich le quedaban exactamente 12 horas de vida.
 El jefe de Policía de Bilbao comunicó al obispo que debía abandonar el país.
El cardenal Tarancón informó al Gobierno de que esas amenazas podían ser sancionadas con la excomunión, forzando la implicación del propio Franco en el asunto Añoveros, pero no intervino en el de Puig Antich, como a veces se ha dicho.
La decisión de no conmutar la pena de muerte estaba tomada bastante tiempo atrás
. El 28 de febrero, Rivero informó sobre su encuentro del día anterior con el secretario general de Iberia, Carlos Viniegra, quien le habría asegurado que la decisión del Gobierno de ejecutar a Puig Antich se habría tomado “hace semanas, pero no se haría pública hasta el regreso del viaje de los Príncipes”, que se encontraban de gira oficial por Filipinas, India y Arabia Saudí.
 Los príncipes habían regresado a Madrid el 27 de febrero y la crisis debía resolverse de manera inmediata de orden del propio Arias, que quería evitar a toda costa los problemas provocados tras los indultos del proceso de Burgos a varios miembros de ETA.
Las verdaderas razones de la ejecución de Puig Antich, por tanto, estaban radicadas en el malestar anterior a la muerte de Carrero.
Así lo señaló el embajador Rivero en un documento crucial fechado el 29 de marzo: “Todo indica que al optar por una ejecución rápida, el Gobierno quería evitar a toda costa la lección del proceso de Burgos de 1970, donde las dudas y las vacilaciones finales que llevaron al indulto preocuparon muy seriamente a los militares, la policía y a sus aliados más conservadores, que lo vieron como una prueba de debilidad convertida en una victoria por los agitadores de dentro y fuera de España”.
El tiempo de las conmutaciones y los indultos había pasado, como quedó demostrado poco después.
Fragmento del libro 'Puig Antich: la transición inacabada (1973-2013)', de próxima aparición, de Gutmaro Gómez Bravo, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense.