Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

1 oct 2014

Isabel Preysler y su 'pasión' por los retoques

Isabel Preysler y su 'pasión' por los retoques

La exmujer de Julio Iglesias es todo un referente de estilo, elegancia, y durante muchos años también de belleza.

 Pero lo cierto es que a sus 62 años, el abuso de la cirugía estética empieza a pasarle factura. 

Dicen que es atractiva, elegante, sabe estar en todo momento perfecta incluso en el entierro de su marido que fue de golpe, estaba perfecta parecía que tenía los modelos ya en casa y uno para cada ocasión, incluso su coleta no parecía echa sin saber dónde estás ni a dónde vas, su collar de perlas blancas para dar un toque de armonía, pero no debe estar tan segura ella de sí misma cuando se ha hecho todo tipo de cirujias estéticas.



















 

 y
nuestra Cher es

La rebelde que huyó por la ventana........................................................................ Álex Vicente

Lo tenía todo para terminar cantando nanas en brazos de algún político francés. Pero la modelo Caroline de Maigret decidió escaparse a otro género vital.

Productora musical, modelo, rebelde niña bien... Caroline de Maigret, fotografiada para ICON en París, viste camiseta de Majestic y braguitas de Calvin Klein. La mirada es suya / Pawel Pysz

Modelo a los casi 40, imagen de Prada, Chanel y Lancôme, productora musical de éxito, de linaje real y cercana a reputados políticos franceses, cuando tiene que rellenar un formulario que le pregunta por su profesión, Caroline de Maigret siempre lo pasa bastante mal
. “Desde muy joven, siempre ha sido mi gran problema. Soy productora musical, pero también modelo, escritora, embajadora de una ONG, madre y ama de casa
. Nunca sé qué escribir
. Por favor, búscame un término que me defina”, solicita. Por edad, currículo y dignidad humana, no nos atrevimos a llamarla it girl. ¿Ha probado con escribir, simplemente, polivalente? “No sé. Los funcionarios nunca lo aceptarán”. Y ella sabe de lo que habla: conoce la administración francesa como el patio de su casa. Además de todos los atributos mencionados, De Maigret también es heredera de una larga dinastía de políticos de origen aristocrático.
 Su abuelo, el príncipe Michel Poniatowski, descendiente del último rey de Polonia, fue ministro de Pompidou. Y su padre, el conde Bertrand de Maigret, fue diputado y teniente de alcalde de París.
A Caroline de Maigret, que cumplió los 39 años en febrero y parece curtida en varios frentes de batalla, se la reconoce de lejos. No solo por ser presencia fija en revistas, desfiles y eventos desde hace un par de décadas, sino también porque saca varias cabezas a cuantos se encuentran a su alrededor. Está estirada en una cama que no es la suya, en un apartamento que no le pertenece, en un barrio en el que nunca ha vivido. P
ero parece moverse por estos espacios como si hubiera nacido allí. “Es algo que me sucede siempre. Me encuentro a gusto en todas partes, tanto en un concierto de Alice Cooper como en la mesa de la reina de Inglaterra”, asegura. Hoy se encuentra en una casa con vistas a la impresionante puerta de Saint-Denis.
 En el pasado, el lugar fue territorio fronterizo: separaba París de sus arrabales. Desde la ventana, se escucha a un grupo de señores con turbante riendo a carcajadas, a pocos metros de las prostitutas chinas que ofertan sus servicios delante de una librería de segunda mano y de los mayoristas judíos que pueblan las calles del Sentier.
En la esquina, Caroline ha aparcado una vieja moto destartalada, en contradicción frontal con su glamuroso estatus. “Fue la única manera que encontré para que dejaran de robármelas”, se justifica.
El sujetador es de COS y el pantalón es de Rochas / Pawel Pysz
En este improbable cruce de culturas y clases sociales, Caroline de Maigret dice sentirse especialmente a gusto. Destinada a convertirse en una refinada señorita, decidió romper con su familia durante la adolescencia.
 Sus selectos orígenes familiares siempre le parecieron poco más que una cárcel dorada.
“Entendí que la educación que había recibido, tan tradicional y católica, no se ajustaba a quien era yo. Un episodio familiar [en el que prefiere no ahondar] me reveló que mis padres me habían inculcado valores hipócritas, porque ni siquiera ellos eran capaces de vivir de manera acorde con sus enseñanzas”, dice. A los 15 años, empezó a escaparse por la ventana para salir de noche. A los 18, decidió hacer la maleta. Ya nunca regresó. “Me inscribí a la Sorbona para estudiar filología y empecé a trabajar de modelo para poder pagar mi buhardilla. Mis padres no me hablaron durante un año”, recuerda.
Reconoce que ese oficio, a pesar de que le permitió abrazar la independencia, nunca la terminó por convencer del todo. “Ahora lo llevo mejor, porque no es lo único que hago. Incluso me llena de orgullo ser modelo a mi edad”, asegura. “Pero, cuando era mi único trabajo, no me gustaba nada. Me hacía sentir una gran frustración creativa e intelectual”.
Curiosamente, ese oficio con el que sueñan hordas de adolescentes de todo el mundo suele acabar siendo desdeñado por las que llegan a practicarlo
. La francesa asiente. “Es normal que sea así. Llega un momento, pasada la adolescencia, en que te das cuenta de que no podrás realizarte con un trabajo como este, que nunca estarás orgullosa de practicarlo. Hay que buscar otras cosas para completarlo”.
De MAigret, con chaqueta de Pallas. / Pawel Pysz
Una vez dijo que siempre le pareció absurdo que le pagaran tanto solo por caminar. “Me pasé un poco diciendo eso, porque es algo reduccionista
. Pero me costaba aceptar que ganara tanto dinero por no hacer nada. Mis amigos artistas, que trabajan el triple, se morían de hambre. Siempre me pareció muy injusto”. Cual discípula keynesiana, redistribuyó sus sobresueldos para producir a músicos y creadores de su entorno.
 Más tarde, creó el sello Bonus Tracks junto a su pareja, el músico Yarol Poupaud (hermano de Melvil, el rohmeriano protagonista de Cuento de verano), con el que produce a grupos rock de la escena parisiense, pero también a leyendas como Winston McAnuff, eterno músico de dub procedente de Jamaica, cuyo trabajo no fue editado en Europa hasta 2002.
Los cuarenta se dibujan en el horizonte, pero dice que nunca había tenido las cosas tan claras. “Cuanto más envejezco, más me acerco a esa antigua quimera de vivir solo en el presente.
 Uno no debe pensar en qué hará el fin de semana que viene, ni dónde se encontrará dentro de diez años
. Es imperativo introducir cierta espontaneidad en tu vida para sentirte vivo”, recomienda.
“Lo peor es vivir con miedo. Yo ya no experimento ese sentimiento, incluso en mi vida profesional. ¿Qué pasa si me equivoco? Es como con este libro. Sé que tendré malas críticas por escribir algo así, pero me da totalmente igual”. Habla de How to be Parisian wherever you are, escrito junto con tres amigas –una empresaria de éxito, una periodista de moda y una biógrafa de Françoise Sagan–, que se publica este mes en medio mundo.
El volumen pertenece a ese subgénero literario que tanto éxito tiene en el mercado anglosajón, consistente en vender las virtudes de la feminidad parisiense a las mujeres desde Coventry hasta Carolina del Sur.
 Libros que revelan por qué las francesas no engordan, por qué visten con tanto estilo, por qué sus vidas sexuales son envidiables
. Y por qué educan a sus hijos mil veces mejor que tú, inútil anglosajona.
 Lo interesante es que Caroline de Maigret no duda en parodiar el género, ridiculizar los tópicos sobre la parisienne y reírse a carcajadas de sí misma. “La única diferencia entre las francesas y las demás mujeres es que nosotras no intentamos jamás convertirnos en quienes no somos”, ironiza. “Hace mucho tiempo que dejamos de querer ser perfectas”.
Pero también cree que cuidan algo más su intelecto. “En Francia, la belleza no se juzga por el escote. A mí me alaba mil veces más que me digan que soy simpática o inteligente que guapa”, asegura esta parisienne de carne y hueso. “Pero, bueno, en el fondo sé que soy una mujer bella. Tal vez por eso me lo ponen todo un poco más fácil”.
De más joven, cuando frecuentaba a macarras e indeseables de la noche de su ciudad, asegura que camuflaba sus orígenes aristocráticos hablando peor de lo que sabía. “Imitaba el deje callejero y deletreaba mal mi apellido para que no supieran que era burguesa. Lo curioso es que ahora valoro todas esas cosas que me sacaban de quicio.
Ahora entiendo que fue una gran suerte recibir esa educación, que ha sido un plus en mi vida. Es algo que intento transmitir a mi hijo”, responde.
Como a sus distinguidos ancestros, la política la tentó, aunque fuera solo brevemente. “Quise estudiar Ciencias Políticas, pero terminé cambiando de opinión. Cuando mi padre entró en el Parlamento, me desencanté. Entendí que era un entorno corrupto.
Cada mañana, se encontraba sobres de dinero en la mesa de su despacho”, explica
. Cuesta visualizarla como ministra de Fomento, aunque no cabe duda de que se dedicaría a la tarea con el mismo ardor que suele gastar en todas sus ocupaciones. Hoy se define como “altamente escéptica” sobre el poder de la clase política para cambiar las cosas y se suma a ese socorrida muletilla que reza que “todos son iguales”. No cree en los partidos políticos, aunque se dice comprometida con las causas justas: por los derechos humanos, contra el racismo y por la educación de las mujeres, que defiende a través de Care, la ONG a la que representa.
En las pasadas elecciones europeas, se indignó públicamente al descubrir el resultado histórico de Marine Le Pen. “Son cosas que sobrepasan la política y que te obligan a reaccionar.
Es tremendamente absurdo censurar a los demás en función de su género, religión o color de piel. Yo parto de la base de que cada cual puede hacer con su vida lo que le dé la gana”
. Por lo menos, ella predica con el ejemplo.

 

“El teatro es la duda constante”............................................................................. Juan Cruz

Siendo un veinteañero, Lluís Pasqual dirigió el Teatre Lliure, puntal de la cultura catalana. 

Por su camino quedan muchos otros templos de la actuación, pero permanece la pasión en sus obras.

 


“El teatro es la duda constante”

Siendo un veinteañero, Lluís Pasqual dirigió el Teatre Lliure, puntal de la cultura catalana. Por su camino quedan muchos otros templos de la actuación, pero permanece la pasión en sus obras

Pasqual fue un muchacho prodigio: en 1976 dirigía el Teatro Lliure de Cataluña. / Jordi Socías

Lluís Pasqual (Reus, 1951) fue un muchacho prodigio; en 1976 dirigía el Lliure, teatro mítico de Cataluña, adonde volvió hace cuatro años, y donde sigue.
 Trabajó con Giorgio Strehler, con Peter Brook, con Alfredo Alcón, con Núria Espert, con Fabià Puigserver (con el que hizo el Lliure, y que fue su compañero)… Dirigió teatros en París, en Venecia, en Milán, en Madrid. Lorca (de quien puso en escena una impresionante versión de El público, entre otras) es su “hermano inventado”
. Conserva la energía que tuvo (en sus ojos, en sus manos: era un revoltijo de pasión, que le queda), pero ahora cree que es el momento de bajar del caballo sobre el que cabalga dirigiendo, porque en los últimos tiempos (sobre todo tras la muerte de Gonzalo Canedo, su último compañero) ha envejecido diez años… Él lo dice, pero su actividad permite descartar que haya envejecido; más él se ha ido hacia dentro, y de ahí saca la fuerza para dirigir, esa es su sangre
. Acaba de venir de hablar con Núria Espert de El rey Lear que van a estrenar en el Lliure el 15 de enero próximo, y en sus ojos, ahora más melancólicos sin duda que cuando eran más fuego que mirada (cuando estrenó en 1983 aquella pieza de Lorca), pervive la pasión que lo mueve desde chico: el teatro.
Después de esta conversación le envió al periodista un mensaje en el que resumía el presente de esa mirada: “A mí de verdad ya sólo me preocupan los niños y los árboles”. Y el teatro, aquí se ve.
Desde muchacho se le vio como a un hombre con mucha energía. Frívolamente a veces digo que soy géminis, el que intenta cuidar el jardín interior, el espíritu; y luego el de la acción.
 La necesito. Por eso siempre he sido director de escena, mi actividad preferida, y también he dirigido teatros.
 Me hace feliz inventarme cosas para que los demás puedan hacer su trabajo. André Heller decía que hay dos tipos de directores, los que dirigen sentados y los que galopan.
 Yo dirijo galopando, soy de los que van arriba y abajo. De ahí esa tontería de que en cada espectáculo me cambio de tipo de zapatos porque no es lo mismo dirigir un goldoni que un shakespeare
¿De dónde le viene esa fuerza? De haber disfrutado de un estado de salud bueno, y de esas enzimas que tenemos en algún sitio que cuando algo nos abduce, en mi caso el teatro, toma energías de una parte del cerebro.
 Todos hemos visto a actores, actrices, cantantes que podían llegar con dificultad al escenario, con un hilo de voz; salen al escenario y, de repente, se ponen a andar perfectamente, a hablar a tono; terminan la función y se apagan como una vela.
 De todo lo que he probado en la vida, esto es con lo que me he sentido más apto, hacer teatro.
 Y necesito cabalgar.
Ya no es un muchacho. Con la edad ese galope se ha convertido en trote.
 No recuerdo quién dijo que dirigir es como ir a caballo, con una mano tienes que tener muy bien atado el freno y con la otra tienes que ir dando cuerda para que el caballo tenga mucha libertad.
 Pues eso es, lo que poco a poco queda de la evolución de ese galope.
¿Qué le llevó a ser director de escena? Estudié en la universidad y teatro al mismo tiempo
. Lo hacía y lo enseñaba, pero quería ser profesor de latín
. Es como si el teatro me hubiera elegido a mí, no recuerdo haber dicho que iba a hacerlo. Lo enseñaba porque era una manera de ganarme la vida y me pidieron que dirigiera un ejercicio de final de curso con La semana trágica (ya había hecho obras con grupos independientes)
. Tenía que representarse cada tres días, se hizo durante dos años. Mientras hice la mili, conocí a Fabià [Puigserver]
. La vida profesional y la privada se juntaban en una.
 Me inventé las reglas, como nos las inventábamos todos en aquel momento, las heredábamos de las funciones que habíamos visto.
 Descubrí a grandes actores como Fernán-Gómez, y estaba en un grupo independiente en el que hacíamos teatro porque no podíamos hacer política.
 Me tuve que inventar este oficio y heredarlo de los que nos lo legaron. Luego llegó un momento en que necesité que alguien me pusiera el listón más alto, aprender, y me fui a Polonia.
 El teatro era allí el deporte nacional, con una gran escuela, la rusa; después me fui al Piccolo, en Italia, con Giorgio Strehler, y allí estuve un par de meses mirando cómo se hace un teatro de arte para la gente.
 Pero volví enseguida, estaba en marcha el Lliure.
El teatro es la duda constante. Es la manera de hacer evolucionar algo”
¿Qué supusieron para usted Fabià y Strehler? Strehler era el maestro.
 No tengo ningún hermano, sólo una hermana a la que quiero mucho, pero me habría gustado tener un hermano mayor.
Como no lo he tenido, elegí a Federico García Lorca, al que conozco literariamente y por su familia, y al que he podido inventarme.
 También me inventé un maestro que era Strehler. Sobre todo me enseñó a poner el listón, a reafirmar cosas que uno tiene dentro, que es para lo que sirve un maestro; me enseñó el poder de la duda.
El teatro es la duda constante y es la única manera de hacer evolucionar algo; el amor a los actores, que ya lo tenía; el listón estético, las luces, saber que todo esto no sólo está en la imaginación sino que hay alguien que lo puede hacer como uno quisiera.
 También me servía Peter Brook, al que conocí menos.
Y Fabià. Fabià fue de esas cosas que se dan muy pocas veces.
 Es la conjunción del amor y la vocación por el teatro, del amor y la pasión, la persona y el trabajo. Nos enamoramos, fuimos pareja muchos años, pero nos enamoramos del amor y del teatro.
 Es la complicidad que funcionaba con Fabià.
 No necesitábamos hablar de temas como el decorado; el tiempo que más hablamos de ello fue una tarde, pero el figurín del pastor bobo de El público nació estando en la cama, él durmiendo y yo molestándole porque no sabía cómo sería el figurín.
Su último compañero, el editor Gonzalo Canedo, murió hace un año. ¿Cómo le dejan estas desapariciones? El duelo es una cosa difícil y dura de vivir.
Hay dos circunstancias distintas. Fabià estuvo mucho tiempo enfermo y uno deseaba el final, que ese tormento acabara para que dejara de sufrir.
Gonzalo no sufrió y fue inesperado, en muy pocos días. Lo que sí hubo en ambos casos es lo que esencialmente me falta, la presencia, lo que le falta a todo el mundo, el cómplice intelectual.
 Gonzalo y yo podíamos estar horas uno muy cerca del otro simplemente leyendo, sabiendo que los dos juntos estábamos haciendo lo que queríamos hacer, que no era lo mismo que leer por separado.
 Y con Fabià era lo mismo, yo leía y él dibujaba. Fabià y yo hablábamos de muchas cosas que no eran teatro, y nuestros amigos no eran gente del entorno en general.
 Me deja con un sentimiento de envidia sana al mismo tiempo porque pienso que tanto Fabià como Gonzalo no conocieron el declive.
Los dos se fueron en un momento pletórico. Se fueron como la Garbo, no conocieron la vejez
. Como decía Geraldine Chaplin en una entrevista, “eso no lo debería pasar nadie porque cuando no te duele aquí, te duele allí”. Se fueron Fabià a los 50 y Gonzalo a los 56, sin tener que pisar el freno, y cuando los recuerdo bien, los recuerdo así.
¿Y cómo le deja a uno la administración de esa soledad? Es muy difícil.
 Cuando le has dado tu vida a otra persona y esa persona se ha ido, se vive con esa parte de la vida que tú le has puesto en sus manos, lo explica muy bien El caballero de Olmedo, la soledad de la ausencia.
 Yo la administro como puedo, mal, pero con una parte buena.
Ha permanecido intacta la capacidad, la disposición, la manera de afrontar el trabajo, diría que ha sido aún mejor, como si estuvieran, como si te ayudaran a ser mejor porque en el fondo cuando uno está enamorado todo lo hace por ese alguien, para que le guste y lo disfrute.
Yo lo hago para esos álguienes imaginarios que ya no están.
En 1976 estaba en el Lliure, 40 años más tarde está en el Lliure. En medio están París, Milán, Madrid, Venecia. Es uno de los directores de escena más internacionales de Europa. ¿Quiere contribuir a esa memoria que crea el teatro en Cataluña y en el mundo regresando al sitio donde se hizo? Estas cosas tan poéticas no las piensas.
 En el momento en que me llamaron para ser director del Lliure estaba decidiendo si me quedaba en Milán porque me ofrecían la dirección artística del Piccolo.
 Estuve dudando, tengo un complejo de culpa judeo-cristiana que me hace pensar que la vida me ha tratado profesionalmente muy bien, la gente también, que me ha dado casi todo y que yo tengo que devolverlo, es una mentalidad judeo-cristiana comunista, si quieres [risas]. Luego hice dos cosas, a nivel personal pensé que iba a estar muy lejos de Gonzalo, esa relación era extraordinaria y quería vivirla.
 Podría haberme quedado muy bien en Milán, pero me parecía que me tocaba estar en el Lliure sobre todo para hacer lo que he hecho, abrirlo, que entre mucha gente, generaciones nuevas y que se renueve. Durante años fui el director más joven, más de la cuenta; tengo 63 años, si no lo sé ahora no lo sabré nunca.
Cuando le propuse a Núria [Espert] El rey Lear nos miramos a los ojos y me dijo: “Yo tengo la energía”. Yo le dije, yo tengo la energía y la edad, después no sé si podré porque el director tiene que cabalgar en El rey Lear. Pues es eso, de una manera distinta, cambiarme a mí mismo por dentro.
Lluís Pasqual, con Núria Espert, retratados durante unos ensayos en 2009. / David Ruano

Lo que opina Podemos de los memes de Podemos.......................................................: Mari Luz Peinado

Pablo Iglesias detrás de un árbol. Pablo Iglesias sujetando una motosierra. Pablo Iglesias comprando ropa de Alcampo.
Da igual lo que diga o haga el líder de Podemos: de manera casi automática aparecen montajes que se multiplican en redes sociales.
 Memes que se repiten y que, en algunas ocasiones, replican las cuentas oficiales de Podemos. Porque desde el partido dicen que ellos también quieren reírse de esas fotos.
“Creo que el primer momento en el que hubo una avalancha de montajes y comentarios fue cuando se decidió que en las papeletas de las elecciones europeas apareciera la cara de Pablo Iglesias
. La consecuencia fue una tormenta que duró varios días en los que surgieron millones de memes y bromas”, explica Eduardo Fernández Rubiño.
 Tiene 23 años y es el responsable del equipo de redes sociales en el que participan por turnos entre 15 y 20 personas. Y dice que todo lo que han aprendido ha sido de manera intuitiva, que no son profesionales. “Hacemos lo mismo que haríamos con nuestras cuentas personales”.

Después de la papeleta llegaron los montajes de Pablo Iglesias abrazado a un árbol
. O la foto de Pablo Iglesias disfrazado de monaguillo de niño
. O aquella otra de los tiempos de estudiantes de Iglesias e Iñigo Errejón
. Y, con ellas, miles de menciones en Twitter y nuevos montajes.
 “Nos reímos a carcajadas cuando los vemos, como todo el mundo. Es que hay gente muy graciosa”, dice Rubiño.
“Y si nos hace mucha gracia, lo subimos nosotros, ¿por qué no?”

La respuesta natural a esa pregunta podría ser “porque no es lo que hacen los partidos” y Rubiño destaca que puede que esa sea la clave de su éxito: la cuenta de Podemos en Twitter (con 364.000) tiene más del doble de seguidores que la del PP o la del PSOE. En Facebook le siguen más de 767.000.
 Otro de los contenidos que más suelen compartir son viñetas de humor gráfico.
 “No queremos limitarnos a que las redes sean un altavoz para difundir cosas
. Hay una parte que nos permite tener contacto con la gente, coger sus ideas y organizarnos. Fue muy útil para las primarias de las elecciones europeas, por ejemplo.
 Pero luego está la otra parte, la que tiene que ver con el ingenio, con buscar las cosquillas al otro y que es propia del lenguaje de Twitter.
 Y claro que participamos, no creo que hacerlo nos rebaje”.

La foto que más juego ha dado en los últimos meses ha sido la de Pablo Iglesias tras un árbol, ya casi un clásico de los montajes.
El propio Iglesias explicaba la semana pasada a Risto Mejide que la imagen surgió de manera natural en una sesión de fotos (es de la fotógrafa Marta Jara para eldiario.es).
 El photoshop con la imagen de Merkel y Rajoy se hizo tan popular que desde @ahorapodemos la difundieron.
“Esa foto es genial”, dijo Iglesias en su entrevista en Chester.
“En el fondo, se trata de decir de una manera ingeniosa, típica de Twitter, lo que la gente le pide a Podemos, que vigile a los poderes”, explica Eduardo Fernández Rubiño.

“Lo mismo pasó con un montaje en el que aparecía Pedro Sánchez delante de Pablo Iglesias en el árbol y que también publicamos
. Era el momento en el que Sánchez salía en todos los programas y parecía que quería eclipsar a Pablo”, apunta Fernández Rubiño.
“Creemos que este tipo de fotos son lo natural en redes.
 Hay cosas graciosas que hace la gente y estoy seguro de que la mayoría de las veces no tienen mala intención. Hay que saber reírse, el humor es potente y viral”.
 Aquí unos ejemplos.

Sierra
Pialcampo.jpg